Conquista del Perú

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Conquista del Perú

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Se conoce como conquista del Perú8910​ al proceso histórico desarrollado en el siglo XVI que comienza con la caída del Imperio incaico, sigue con la creación de las gobernaciones provisionales de Nueva Castilla y Nueva Toledo, que provoca el colapso de la resistencia de Vilcabamba y termina con la estabilización del Virreinato del Perú como parte del Imperio Español.

La Conquista fue precedida por exploraciones iniciales desde la costa norte del territorio incaico desde Panamá, y se inició formalmente con la empresa de Francisco Pizarro y Diego de Almagro, la llamada «Armada del Levante». Que consigue tomar contacto a poco de haber finalizado la guerra civil, por el trono incaico, entre los dos hermanos Huáscar y Atahualpa (hijos del inca Huayna Cápac), con las acciones del 16 de noviembre de 1532 cuando el vencedor de la guerra y nuevo inca, Atahualpa, se reunió en Cajamarca con los conquistadores españoles encabezados por Francisco Pizarro. En dicho encuentro Atahualpa, su comitiva y su ejército fueron emboscados y este tomado preso por los españoles y meses después ejecutado, el 26 de julio de 1533. Posteriormente los españoles, forjaron una alianza con las panacas o linaje Inca de Huáscar, además de Cañaris, Chachapoyas y otras etnias anteriormente sometidas por los incas, que marcharon al Cuzco, la capital del Tawantinsuyu, donde ingresaron el 14 de noviembre de 1533 y proclamaron como nuevo inca a Manco Inca, con la intención de convertirlo en un rey títere. Pero Manco Inca, relegado a vasallo de la corona española, les traicionó y al mando de un ejército encabezó una guerra para restaurar el incanato que inició el 6 de mayo de 1536 con el sitio del Cuzco, donde se encontraba la mayor fuerza española comandada por Hernando Pizarro. Aunque causaron grandes bajas a los españoles,4​ las fuerzas de Manco Inca no lograron tomar el Cuzco por la permanencia de muchos de sus hermanos (como Paullu Inca) y de varios pueblos del Tawantinsuyu apoyando al bando español. Finalmente, Manco Inca tuvo que disolver a su ejército y retirarse a las agrestes montañas de Vilcabamba, donde instaló la sede de la monarquía incaica (1538), mientras que el resto del territorio fue ocupado por los españoles, quienes tras un periodo de guerra civil entre españoles llevaron adelante el proceso de asentamiento y colonización del Perú. El reinado de los incas de Vilcabamba duraría hasta 1572, cuando el virrey Francisco de Toledo ejecutó al último Inca: Túpac Amaru I. La conquista de Vilcabamba prolongó la del Tahuantinsuyo pues, en propiedad, cuarenta años (1532-1572).

El primer encuentro entre europeos e incas

Grabado imaginario del supuesto encuentro entre el inca Huayna Cápac y el conquistador español Pedro de Candía, según el cronista Guaman Poma de Ayala.

Felipe Guamán Poma de Ayala, cronista mestizo (inicios del siglo XVII), afirma que el inca Huayna Cápac tuvo un encuentro en el Cuzco con el conquistador Pedro de Candía (griego al servicio de España), lo cual sería el primer contacto directo de los europeos con el Imperio inca. Ello debió ocurrir no antes de 1526. Se dice que la entrevista fue utilizando señas, según la cual el Inca interpretó que Candía comía oro, por lo que le brindó oro en polvo[cita requerida] y luego le permitió marcharse. Pedro de Candía se llevó consigo a un indio huancavilca a España y lo presentó al rey, siendo luego traído de vuelta al Tahuantinsuyo para que hiciera de intérprete. Este indio sería conocido luego como Felipillo. El informe de Candía, según Guamán Poma, alentó a numerosos aventureros españoles a marchar hacia el Nuevo Mundo.11​ Sin embargo, se considera que la crónica de Guamán Poma contiene datos erróneos y que este encuentro entre Candía y Huayna Cápac no es sino una leyenda.12

Un autor moderno, José Antonio del Busto, refiere que el primer encuentro de los europeos con el imperio incaico se habría producido en realidad entre 1524 y 1526, cuando el portugués Alejo García, junto con un grupo de sus compatriotas atraídos por la leyenda del “Rey blanco” o Reino de la plata, avanzó desde el Brasil recorriendo los actuales territorios de Paraguay y Bolivia, hasta internarse en suelo del Tawantinsuyu. Incluso, Alejo García habría comandando una fuerza de 2000 indios chiriguanas y guarayos, que asaltaron la fortaleza incaica de Cuscotuyo y aniquilaron su guarnición. Dicha fortaleza marcaba el límite oriental del imperio incaico, protegiendo la provincia de Charcas (en el Collasuyo) de los avances de las tribus de los chiriguanas. El cronista Pedro Sarmiento de Gamboa, cuenta, efectivamente, que durante el reinado de Huayna Cápac los chiriguanas asaltaron dicha fortaleza, por lo que el inca mandó tropas al mando del general Yasca, que lograron repeler a los invasores, aunque no menciona la presencia de Alejo García. Este emprendió luego el retorno, cargado de un rico botín e incluso informó a Martín Alfonso de Sousa, gobernador de San Vicente de Brasil, hoy Santos, sobre la existencia de un opulento reino hacia el oeste de su gobernación. Pero el portugués y sus compañeros acabaron siendo asesinados por sus propios aliados indios, en la orilla izquierda del río Paraguay, desapareciendo también su botín y las pruebas de la existencia del imperio incaico.13

Situación del Imperio incaico[editar]

Mapa del Tahuantinsuyo antes de la conquista española, conformadas con sus suyos (regiones) y wamanis (provincias).

En 1527, cuando los españoles se hallaban explorando las costas norteñas del imperio incaico, el inca Huayna Cápac y su heredero Ninan Cuyuchi murieron a causa de una rara enfermedad,14​ que algunos autores atribuyen a la viruela traída con los europeos, aunque también se ha sugerido que Huayna Cápac fue envenenado por un curaca chachapoya.15

Tras la anarquía posterior al deceso del Inca, Huáscar asumió el gobierno por orden de los orejones (nobles) del Cuzco, quienes creían que su experiencia como vice-gobernante era suficiente para asumir el mando. Huáscar, preocupado por el excesivo poder que tenía su hermano Atahualpa en la región de Quito, donde era apoyado por los generales QuizquizRumiñahui y Chalcuchímac, ordenó a Atahualpa que le rindiera vasallaje. Pero este reaccionó organizando un ejército y declarándole la guerra. El enfrentamiento, que habría de durar tres años, finalizó con la victoria de Atahualpa y la captura y posterior muerte de Huáscar.1617

Situación de España[editar]

Pintura romántica de la llegada de Cristóbal Colón a América (Dióscoro Puebla, 1862).
Mapa del mundo que representa a los imperios español (amarillo) y la inca (rojo) a inicios del siglo XVI.

En 1479 se produjo la unidad de los reinos más importantes de la península ibérica: Castilla y Aragón, a través del matrimonio de sus reyes: Isabel I y Fernando II, más conocidos como los Reyes Católicos. La nobleza dejó de ser señorial y se hizo cortesana, al servicio del rey. La unidad de España se complementó con la conquista del reino moro de Granada, en 1492. Ese mismo año ocurrió el descubrimiento de América, que amplió el horizonte territorial al naciente Estado. En el plano económico, España entró en un periodo de paulatina decadencia, debido a los siguientes factores:

  • La tierra recuperada de los moros pasaron, en su mayor parte, a manos de la Iglesia, de los señores feudales, órdenes de caballería, etc., que carecieron de interés por mejorar la producción de abono.
  • La expulsión de los horticultores moros y moriscos influyó en el atraso técnico y el abandono del sistema de riego, que contribuyó a la decadencia de la agricultura.
  • Junto con la agricultura decae también la manufactura, mayormente debido a la escasez de mano de obra calificada, carencia de capitales y exceso tributario.

En el aspecto social, había profundas diferencias. Existían nobles y plebeyos y dentro de cada clase social una serie de categorías menores. En cuanto a la mentalidad, los españoles que pasaron al América, estaban influidos por las ideas medievales y renacentistas. De credo católico, creían a pie firme que Dios los había destinado a conquistar y evangelizar a los habitantes de las tierras descubiertas en ultramar.

Exploración y descubrimiento

Los españoles en Tierra Firme

Divisiones coloniales de Tierra Firme.

Tras los viajes descubridores de Cristóbal Colón, los españoles se fueron asentando en las islas de las Antillas y se dedicaron a explorar las costas septentrionales de América Central y América del Sur, territorio al que llamaron Tierra Firme.18

En 1508 la corona española dividió a Tierra Firme en dos circunscripciones, con miras a su colonización, teniendo como eje el golfo de Urabá:19

Ambos conquistadores, Nicuesa y Ojeda, partieron hacia sus provincias desde la isla de La Española (Santo Domingo), que por entonces era el centro de las operaciones de los españoles en el Nuevo Mundo.20

Nicuesa tomó posesión de su gobernación en 1511, donde fundó Nombre de Dios, pero hubo de enfrentar lo agreste del territorio y la hostilidad de los indígenas.

Por su parte, Ojeda desembarcó en la actual Cartagena de Indias y tras soportar un recio combate con los indígenas, fundó el fuerte de San Sebastián. Herido gravemente, Ojeda retornó a La Española, dejando al mando del fuerte a un entonces oscuro soldado llamado Francisco Pizarro.21​ Desde La Española, Ojeda envió refuerzos al mando del bachiller Martín Fernández de Enciso, que partió al mando de una armadilla en la que viajaba de polizón Vasco Núñez de Balboa, que pronto habría de tener figuración en la empresa conquistadora. Estando en alta mar, Enciso se tropezó con un bergantín, en donde iban Pizarro y unos cuantos sobrevivientes de la expedición de Ojeda, que habían decidido abandonar el fuerte de San Sebastián y retornar a La Española. Pizarro, contra su voluntad, se unió a las huestes de Enciso y juntos retornaron a Tierra Firme.22

Adentrándose más al oeste del golfo de Urabá, en territorio que legalmente pertenecía a Nicuesa, Enciso fundó la villa de Santa María la Antigua del Darién (o simplemente La Antigua), el primer asentamiento estable del continente americano (1510).23​ Enciso, convertido en alcalde, se hizo pronto odioso por su despotismo. Balboa se perfiló entonces como caudillo de los descontentos y pregonó que al estar el nuevo poblado situado en territorio de Nicuesa, Enciso no era sino un usurpador. La autoridad de Enciso mermó aún más cuando los colonos nombraron como alcaldes a Balboa y a Martín de Zamudio. Enciso fue remitido preso a España, donde llegó en 1512.

Por su parte, Nicuesa, enterado de estos sucesos, partió desde Nombre de Dios hacia La Antigua, pero a la semana de su arribo fue arrestado y desposeído del mando por Balboa. Contra su voluntad fue embarcado en 1511, rumbo a La Española, pero no se supo más de él. Debió de morir durante el trayecto en el mar.24

El descubrimiento del Mar del Sur[editar]

Vasco Núñez de Balboa fue el primer europeo en divisar el océano Pacífico ("Mar del Sur" como lo llamó).
Ruta del viaje de Núñez de Balboa al Mar del Sur en 1513.

Fue así como Balboa se convirtió en el único caudillo de los colonos de Tierra Firme. Fue también el primero en recibir noticias de un fabuloso imperio situado más al sur, por el lado donde se abría un inmenso mar. Las crónicas cuentan que, en una ocasión, estando un grupo de españoles riñendo por una pequeña cantidad de oro, se alzó la voz de Panquiaco, el hijo del cacique Comagre, quien les increpó:

«¿Qué es esto cristianos? ¿Por tan poca cosa reñís? Si tanta gana tenéis de oro... yo os mostraré provincia donde podáis cumplir vuestro deseo; pero es menester para esto que seáis más en número de los que sois, porque habéis de tener pendencia con grandes reyes, que con mucho esfuerzo y rigor defienden sus tierras».

Y al decir esto señaló hacia el sur, añadiendo que allí había un mar

«donde navegan otras gentes con navíos o barcos... con velas y remos». (Bartolomé de las CasasHistoria de las Indias, libro III, cap. XLI).25

Balboa tomó muy en serio la información y organizó una expedición que partió de La Antigua con dirección al oeste. Tras cruzar el istmo en medio de una penosa travesía, el 25 de septiembre de 1513 avistó un gran mar, al que denominó Mar del Sur, que no era otro que el Océano Pacífico. Fue este un momento crucial para la historia de la conquista del Perú, pues a partir de entonces la meta de los españoles fue avanzar más hacia las costas meridionales, en busca del imperio rico en oro mencionado por Panquiaco.26

Primeros intentos de llegar al Perú[editar]

Fue así como el istmo de Panamá quedó convertido de hecho en el nudo de la conquista y colonización de América del Sur. Balboa fue nombrado Adelantado de la Mar del Sur (1514)27​ y planeó una expedición destinada a avanzar por las costas del Mar de Sur. Para tal efecto empezó a construir una flota. Pero no llegó a cristalizar este proyecto pues sucumbió ante las intrigas que urdieron contra él sus enemigos desde España. En efecto, el depuesto bachiller Enciso, al arribar a España presentó su queja ante el rey, sosteniendo que Balboa no había tenido facultad para deponerlo como alcalde. La Corona, haciéndose eco de los reclamos de Enciso, nombró a Pedro Arias Dávila o Pedrarias como gobernador de las nuevas tierras conquistadas. Este arribó al mando de una expedición de más de 2000 hombres, la más numerosa y completa que había salido de España para el Nuevo Mundo.28

Ejecución de Vasco Núñez de Balboa.

Pedrarias, hombre sanguinario y astuto, buscó la manera de eliminar a Balboa; finalmente, lo acusó de conspiración y ordenó su apresamiento. Esta orden la cumplió un piquete al mando de Pizarro. Balboa fue llevado de regreso a La Antigua, donde Pedrarias y el alcalde Gaspar de Espinoza aceleraron su juicio, siendo condenado a muerte y decapitado en Acla (1519).29​ Tal fue el triste final del descubridor del Mar del Sur, que de haber sobrevivido se hubiera convertido, sin duda, en el descubridor y conquistador del imperio incaico.

Pedrarias dedujo la gran importancia que tendría la Mar del Sur u Océano Pacífico para los futuros descubrimientos y conquistas, y decidió trasladar la sede de su gobernación a Panamá, que fundó para tal efecto el 15 de agosto de 1519. A partir de entonces, esta villa, que obtuvo el título real de ciudad en 1521, vino a ser la llave de comunicaciones con el Pacífico y la puerta por donde se entraría al Perú.30​ Nombre de Dios fue el puerto destinado a ponerlo en comunicación con el Atlántico.

Las noticias de la existencia de un imperio con enormes riquezas en oro y plata, influyó sin duda en el ánimo de los aventureros españoles y aportó el ingrediente decisivo para la preparación de expediciones hacia esos rumbos. En 1522 Pascual de Andagoya fue el primero en intentar realizar esta empresa, pero su expedición terminó en un estrepitoso fracaso.31

Fue precisamente a partir de Andagoya que las tierras situadas más al sur del Golfo de San Miguel (sureste de Panamá) se denominaron Birú (palabra que después se convertiría en Perú).32​ Se desconoce el origen de este vocablo; posiblemente se trataba del nombre de un cacique que gobernaba una pequeña comarca en la actual costa pacífica colombiana, nombre que los soldados españoles, en el habla coloquial, harían paulatinamente extensivo a todo el Levante, como también se conocía a esa región (este último término es de uso geográfico).

Los tres socios de la Conquista[editar]

El conquistador Francisco Pizarro, natural de Trujillo.

Hacia 1523, el conquistador extremeño Francisco Pizarro radicaba en Panamá como un vecino más o menos acomodado, como todos los residentes españoles en Panamá. Empezó a entenderse con su más cercano amigo, el capitán Diego de Almagro, sobre la posibilidad de organizar una expedición hacia el tan mentado Birú. Ambos eran rudos y curtidos soldados con experiencia en la conquista de Tierra Firme. La sociedad se concretó en 1524, sumándose un tercer socio, el cura Hernando de Luque, quien debía aportar el dinero necesario para la empresa. Se repartieron las responsabilidades de la expedición: Pizarro la comandaría, Almagro se encargaría del abastecimiento militar y de alimentos y Luque se encargaría de las finanzas y de la provisión de ayuda. Se convino en que todas las utilidades se dividirían en tres partes iguales para cada socio o sus herederos, y que ninguno tendría más ventaja que otro.3334

El análisis histórico se inclina a creer que Pizarro poseía una fortuna modesta, porque para emprender la aventura, él y Almagro tuvieron que asociarse con un cura influyente, Hernando de Luque, que a la sazón era párroco de Panamá. Se menciona a un cuarto "socio oculto": el licenciado Gaspar de Espinosa, que no quiso figurar públicamente, pero que fue el verdadero financista de las expediciones, usando como testaferro a Luque y aportando 20.000 pesos.35​ Ello debió ser así, por cuanto nunca uno solo de los socios decidía de manera unilateral las acciones. Solo posteriormente, iniciada ya la conquista física del Perú, Pizarro tomaría decisiones de campaña o sobre acciones militares y administrativas, prerrogativas de su cargo de gobernador de Nueva Castilla, concedido por la corona española a través de la Capitulación de Toledo, firmada en 1529.

Primer viaje de Pizarro[editar]

El conquistador Diego de Almagro, natural de la villa de Almagro, uno de los tres socios de la conquista del Perú.

Conseguida la autorización del gobernador Pedrarias Dávila, el 14 de noviembre de 1524 (dato de Jerez) partió Pizarro de Panamá a bordo de un pequeño bergantín, el Santiago, con cerca de 80 hombres, algunos indios nicaraguas de servicio y cuatro caballos.36​ Dejó a Almagro el encargo de reclutar más voluntarios y armar otra nave para que le siguiera cuando estuviera listo.

Pizarro llegó a las islas Perlas, bordeó las costas de Chochama o Chicamá, llegando hasta Puerto Piñas y Puerto del Hambre (costa pacífica de la actual Colombia);36​ prosiguió viaje, luego de una serie de padecimientos y falta de víveres, hasta Pueblo Quemado (también llamado Puerto de las Piedras o Río de la Espera), donde sostuvo un recio combate con los indígenas, con el resultado de dos españoles muertos y veinte heridos (según Cieza) o cinco muertos y diecisiete heridos (según Jerez). El mismo Pizarro sufrió siete heridas.37

La hostilidad de los indios y la insalubridad de la zona obligaron a Pizarro a enrumbar de vuelta hacia el norte, arribando nuevamente a las costas de Chochama. Por su parte, Almagro, que ya había partido de Panamá en un bergantín con 60 hombres, debió cruzarse con Pizarro en alta mar, aunque no se llegaron a avistar. Siguiendo el rastro de Pizarro, Almagro desembarcó en Pueblo Quemado, donde igualmente libró un feroz combate con los indios, perdiendo un ojo a consecuencia de un lanzazo o un flechazo.38

Almagro decidió continuar más al sur, llegando hasta el río San Juan, pero no halló a su socio y decidió regresar a la isla de Perlas, donde se enteró de los trajines de Pizarro. Partió entonces a encontrarse con su socio en Chochama. Pizarro, interesado en continuar con la empresa, ordenó a Almagro que dejara allí a sus soldados y que retornara él solo a Panamá para reparar los dos navíos y juntar más gente.38

En Panamá, el gobernador Pedrarias culpó del fracaso de la expedición y de la pérdida de vidas españolas a Pizarro. Ello motivó a que Almagro y Luque intercedieran por Pizarro ante el gobernador, logrando aplacar por el momento la tensa situación. Pedrarias autorizó, no sin recelos, la continuación de la empresa. De pasada, Almagro logró el nombramiento de capitán adjunto.39

Segundo viaje de Pizarro

Antes de emprender un segundo viaje, los tres socios formalizaron su sociedad ante un notario de Panamá, en las mismas condiciones en que verbalmente la habían conformado. A este acuerdo escrito se conoce como el Contrato de Panamá, que se suscribió el 10 de marzo de 1526. Sin embargo, hay discrepancias en cuanto a la fecha, pues por entonces, Pizarro todavía no regresaba a Panamá.40

En diciembre de 1525, Almagro partió de Panamá, llevando dos navíos, el Santiago y el San Cristóbal, a bordo de los cuales iban 110 soldados, entre ellos dos grandes adquisiciones: el piloto Bartolomé Ruiz y el artillero griego Pedro de Candía.41​ Almagro se dirigió a Chochama, al encuentro de Pizarro y sus hombres. Estos habían quedado reducidos a 50; reunidos con los hombres traídos por Almagro, llegaron a 160.42

A principios de 1526, Pizarro y Almagro, junto con sus 160 hombres, se hicieron nuevamente a la mar. Siguieron la ruta anterior hasta llegar al río San Juan, donde fue enviado Almagro de regreso a Panamá en busca de refuerzos y provisiones; de otro lado, el piloto Bartolomé Ruiz fue enviado hacia el sur a fin de que explorase esas regiones.43

Ruiz avistó la isla del Gallo, la bahía de San Mateo, Atacames y Coaque; a la altura de esta última se tropezó con una balsa de indios tumbesinos que iban a comerciar, según parece, a Panamá. Ruiz tomó algunas de las mercaderías: objetos de oro y plata, tejidos de algodón, frutas y víveres, y retuvo a tres muchachos indios, que los llevó consigo para prepararlos como intérpretes. Luego enrumbó al norte, de vuelta al río San Juan, donde le esperaba Pizarro.44

Rutas de Bartolomé Ruiz (1526-1528).

Bartolomé Ruiz fue el primer navegante europeo que traspasó la línea ecuatorial en el Océano Pacífico, de norte a sur (Magallanes también lo había hecho en 1521, pero de sur a norte),45​ descendiendo uno o dos grados de la línea equinoccial (1527).43

Mientras que Almagro estaba en Panamá y Ruiz navegaba el océano, Pizarro se dedicó a explorar el río San Juan, sus brazos y afluentes. Muchos de sus hombres murieron a consecuencia de las enfermedades y otros fueron devorados por los caimanes.46​ Cuando regresó Ruiz, Pizarro prometió a sus hombres que, no bien llegado Almagro, partirían hacia el sur, a la tierra donde decían venir los muchachos indios que había traído el piloto. Cuando finalmente arribó Almagro, con 30 hombres y seis cabalgaduras, todos se embarcaron y enrumbaron hacia el sur.47

Pasaron por la isla del Gallo y luego por la boca del río Santiago. A continuación, se adentraron en la bahía de San Mateo. Viendo que la costa era muy segura y sin manglares, saltaron todos a tierra, incluyendo los caballos y se dedicaron a explorar la región. Habían arribado a la boca del río Esmeraldas, donde vieron ocho canoas grandes, tripuladas por indígenas.48

Continuando su marcha, llegaron hasta el poblado de Atacames, donde sostuvieron un combate o guazábara con los nativos. Allí encontraron comida y vieron que los indígenas llevaban algunas joyas de oro.49​ Ello sin embargo no contentó a los españoles, pues no veían recompensados los sufrimientos que padecían. Nada menos que unos 180 españoles habían fallecido hasta ese momento, desde que empezaran los viajes de Pizarro. Fue en Atacames donde se produjo la llamada “Porfía de Atacames”, entre Almagro y Pizarro. Ella se originó cuando Almagro reprendió severamente a los soldados que querían volver a Panamá, calificándoles de cobardes, ante lo cual reaccionó Pizarro defendiendo a sus hombres, pues él también había sufrido con ellos. Ambos capitanes fueron a las palabras mayores, llegando hasta a sacar sus espadas, y se hubieran batido en duelo si no fuese porque Bartolomé Ruiz, Nicolás de Ribera y otros lograron separarlos y avenirlos en conciliación.50

Calmados los ánimos, los expedicionarios retrocedieron hasta el río Santiago, que los nativos llamaban Tempulla. Mientras tanto, continuaban las penalidades entre los soldados, traducidas en enfermedades y muertes. Finalmente, buscando un lugar más propicio, Pizarro y Almagro decidieron pasar a la isla del Gallo, donde llegaron en mayo de 1527. Se acordó que, nuevamente, Almagro debería volver con un navío a Panamá a traer nuevos contingentes.51

Pizarro y Almagro solían tener mucho cuidado de que no llegaran a Panamá las cartas que los soldados enviaban a sus familiares, para evitar que las quejas de estos fueran conocidas por las autoridades. En Panamá, Almagro tuvo sin embargo dificultades pues en un ovillo de lana que había sido enviado como obsequio a Catalina de Saavedra (la esposa del nuevo gobernador, Pedro de los Ríos, sucesor de Pedrarias), un soldado descontento había remitido escondida la siguiente copla:5253

"Pues señor gobernador,

mírelo bien por entero,
que allá va el recogedor

y aquí queda el carnicero".

Informado así de los padecimientos de los expedicionarios, el gobernador impidió la salida de Almagro con nuevos auxilios y, por el contrario, envió un barco al mando del capitán Juan Tafur para que recogiese a Pizarro y sus acompañantes, que se hallaban en la isla del Gallo.54

Ciertamente, el descontento entre los soldados de Pizarro era muy grande, pues llevaban mucho tiempo pasando calamidades. Habían transcurrido dos años y medio de viajes hacia el sur afrontando toda clase de peligros y calamidades, sin conseguir ningún resultado. Pizarro intentó convencer a sus hombres para que siguieran adelante, sin embargo la mayoría de ellos quería desertar y regresar a Panamá. Eran en total 80 los hombres que se hallaban en la isla del Gallo, todos flacos y macilentos, de los cuales 20 ni podían ya mantenerse en pie.55

Los 13 de la Isla del Gallo. Óleo de Juan B. Lepiani, que representa a Francisco Pizarro en la isla del Gallo, invitando a sus soldados a cruzar la línea trazada en el suelo.

Tafur llegó a la isla del Gallo en agosto de 1527, en medio de la alegría de los hombres de Pizarro, que veían así finalizado sus sufrimientos. Fue en ese momento cuando se produjo la acción épica de Pizarro, de trazar con su espada una raya en las arenas de la isla exhortando a sus hombres a decidir entre seguir o no en la expedición descubridora. Tan solo cruzaron la línea trece hombres. Estos "Trece de la Fama", o los "Trece de la isla del Gallo", fueron:56

Sobre la escena que se vivió en la Isla del Gallo, luego que Juan Tafur le trasmitiera a Pizarro la orden del gobernador Pedro de los Ríos, cuenta el historiador José Antonio del Busto:

"El trujillano [Pizarro] no se dejó ganar por la pasión y, desenvainando su espada, avanzó con ella desnuda hasta sus hombres. Se detuvo frente a ellos, los miró a todos y evitándose una arenga larga se limitó a decir, al tiempo que, según posteriores testimonios, trazaba con el arma una raya sobre la arena: Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al Perú, a ser ricos; escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere. Un silencio de muerte rubricó las palabras del héroe, pero pasados los primeros instantes de la duda, se sintió crujir la arena húmeda bajo los borceguíes y las alpargatas de los valientes, que en número de trece, pasaron la raya. Pizarro, cuando los vio cruzar la línea, "no poco se alegró, dando gracias a Dios por ello, pues había sido servido de ponelles en corazón la quedada". Sus nombres han quedado en la Historia".
José Antonio del Busto, La conquista del Perú.58

Pizarro y los Trece de la Fama esperaron cinco meses por los refuerzos, los cuales llegaron de Panamá enviados por Diego de Almagro y Hernando de Luque, al mando de Bartolomé Ruiz (enero de 1528)59​. El navío encontró a Pizarro y los suyos en la isla Gorgona, (situada más al norte de la isla del Gallo), hambrientos y acosados por los indios.60​ Ese mismo día, Pizarro ordenó zarpar hacia el sur, dejando en la Gorgona a tres de los “Trece” que se hallaban enfermos: Cristóbal de Peralta, Gonzalo Martín de Trujillo y Martín de Paz. Estos quedaron al cuidado de unos indios de servicio.61

Grabado que representa a Pedro de Candía disparando con un arcabuz de mecha, con el propósito de mostrar y sorprender a los nativos de Tumbes.

El tesón indoblegable de Pizarro daría sus frutos. Los expedicionarios llegaron hasta las playas de Tumbes (extremo norte del actual Perú), la primera ciudad incaica que divisaban. Allí, un orejón o noble inca se les acercó en una balsa, siendo recibido cortésmente por Pizarro. El noble invitó a Pizarro a que desembarcase para que visitara a Chilimasa, el cacique tallán de la ciudad de Tumbes, que era tributario del Imperio Inca. Pizarro ordenó a Alonso de Molina que desembarcara con un esclavo negro y llevara como obsequios para el cacique un par de puercos y unas gallinas, todo lo cual causó gran impresión entre los indígenas.62​ Luego fue enviado el griego Pedro de Candía, para que con su arcabuz demostrara a los indios el poder de las armas españolas. Los indios acogieron hospitalariamente a Candía, dejándole que visitara los principales edificios de la ciudad: el Templo del Sol, el Acllahuasi o casa de las escogidas y la Pucara o fortaleza, donde el griego apreció los ricos ornamentos de oro y plata. Luego, sobre un paño Candía trazó el plano de la ciudad, y posteriormente escribió una relación, hoy perdida. De vuelta donde sus compañeros, relató su experiencia, afirmando que Tumbes era una gran ciudad construida a base de piedra, todo lo cual causó asombro y alentó más a continuar en la empresa conquistadora.6364

Pizarro navegando por la costas que actualmente son peruanas. Grabado que aparece en la edición española de la obra de William H. Prescott, 1851.

Pizarro ordenó continuar la exploración más hacia el sur, recorriendo las costas de los actuales departamentos peruanos de PiuraLambayeque y La Libertad, hasta la desembocadura del río Santa (13 de mayo de 1528). En algún punto de la costa piurana (posiblemente en Sechura), se entrevistó con la cacica lugareña, de la etnia de los tallanes, a la que los españoles dieron el nombre de Capullana, por la forma de su vestido. Durante el banquete con el que le agasajó la Capullana, Pizarro aprovechó para tomar posesión del lugar a nombre de la Corona de Castilla. Se dice que uno de los Trece de la Fama, Pedro de Halcón, se enamoró locamente de la Capullana y quiso quedarse en tierra, pero sus compañeros lo subieron a la fuerza al navío y zarparon todos.65

Ya en viaje de retorno a Panamá, Pizarro recaló nuevamente en Tumbes, donde el soldado Alonso de Molina obtuvo permiso para quedarse entre los indios, confiado en las muestras de hospitalidad que daban estos.66​ Ya anteriormente, otros españoles habían optado también por quedarse entre los indios: Bocanegra, que desertó en algún punto de la costa del actual departamento de La Libertad;67​ y Ginés, que se quedó en Paita (costa de Piura).68​ Los tres españoles, Molina, Bocanegra y Ginés, se reunieron probablemente en Tumbes, con la idea de reunirse con Pizarro cuando este regresase en su tercer viaje.

Pizarro continuó su viaje de retorno a Panamá; al pasar por la isla Gorgona, recogió a los tres expedicionarios que había dejado recuperándose de sus males, pero se enteró de que uno de ellos, Gonzalo Martín de Trujillo, había fallecido.69​ Arribó finalmente a Panamá, con la seguridad de haber descubierto un opulento imperio, cuya riqueza y alta civilización lo atestiguaban los mismos nobles indígenas, que iban vestidos con primorosos y coloridos ropajes, y que llevaban adornos de oro y plata labrados con exquisita técnica.

Capitulación de Toledo

Grabado que representa al conquistador español Francisco Pizarro exponiendo ante el rey Carlos I de España las pruebas del descubrimiento del fabuloso Imperio de los incas.

Ante la negativa del gobernador De los Ríos de otorgar permiso para un nuevo viaje, los socios Pizarro, Almagro y Luque acordaron gestionar este permiso ante la misma corte. De mutuo acuerdo designaron a Pizarro como el procurador o mensajero que expusiera la petición directamente al rey Carlos I de España.70​ Esa elección, entre otras razones, se debió a que, pese a ser iletrado, Pizarro tenía porte y fluidez de palabra. Almagro no quiso acompañar a Pizarro, ya que creía que su falta de modales y el hecho de ser tuerto podrían de alguna manera afectar negativamente al éxito de las negociaciones, decisión de la que se arrepentiría posteriormente, ya que Pizarro lograría grandes ventajas para sí mismo, en desmedro de sus socios, pese a que antes de partir prometió velar por los intereses de cada uno de ellos.71

Pizarro salió de Panamá en septiembre de 1528, cruzó el istmo y llegó a Nombre de Dios, en donde se embarcó rumbo a España, haciendo una escala en Santo Domingo (isla de La Española). Le acompañaban el griego Pedro de Candía y el vasco Domingo de Soraluce, así como algunos indígenas tallanes de Tumbes (entre ellos el intérprete Felipillo); llevaba también consigo camélidos sudamericanos, primorosos tejidos de lana, objetos de oro y plata y otras cosas que había recogido en sus viajes, para mostrarlas al soberano español, como pruebas del descubrimiento de un gran imperio.72

Después de una travesía sin contratiempos, Pizarro desembarcó en Sanlúcar de Barrameda y arribó a Sevilla en marzo de 1529. No bien desembarcó, fue apresado por una demanda de deudas que le entabló el bachiller Martín Fernández de Enciso, por un asunto que se remontaba a los primeros trabajos de Pizarro en Tierra Firme. Sin embargo, el rey Carlos I ordenó que lo pusieran inmediatamente en libertad.73

Pizarro, junto con sus acompañantes, partió hacia Toledo para entrevistarse con el monarca. Allí se encontró con su pariente, el conquistador Hernán Cortés, ya prestigiado por la conquista de México y próximo a recibir su título de Marqués del Valle de Oaxaca, quien se dice que lo ayudó a vincularse con la Corte. Pizarro fue recibido por Carlos I en Toledo, pero este monarca, que estaba a punto de partir a Italia, dejó el asunto en manos del Consejo de Indias.7475

Fue así como Francisco Pizarro terminó negociando con el Consejo de Indias, presidido entonces por el conde de Osorno, García Fernández Manrique. Tanto Pizarro como el griego Candía expusieron ante los consejeros sus razones para que el rey diera la autorización para la conquista y población de la provincia del Perú; Candía exhibió su paño donde había dibujado el plano de la ciudad de Tumbes.76

La emperatriz Isabel de Portugal, quien en nombre del emperador Carlos I de España, su esposo, firmó con Pizarro la Capitulación de Toledo.

Terminada la larga negociación, los consejeros redactaron las cláusulas del contrato entre la Corona y Pizarro, que la historia conoce como la Capitulación de Toledo. Ante la ausencia del rey Carlos I, la reina consorte Isabel de Portugal firmó el documento el 26 de julio de 1529. Estos fueron los principales acuerdos de esta Capitulación:77

  • Se autorizó a Francisco Pizarro el descubrimiento y conquista de toda la provincia del Perú o Nueva Castilla, situada desde el pueblo de Tempulla o Santiago (actual Ecuador) hasta 200 leguas al sur, terminando en el pueblo de Chincha (actual Perú).
  • Se dio a Pizarro los títulos de Gobernador y Capitán General de la provincia del Perú, así como los de Alguacil Mayor y Adelantado, todos ellos de por vida, con un sueldo anual de 725.000 maravedíes.
  • A Diego de Almagro se le concedió la gobernación de la fortaleza que debía elevarse en Tumbes, así como el título de hidalgo, con un salario de 5.000 maravedíes al año y con una ayuda de gastos de 200.000 maravedíes.
  • Hernando de Luque recibió el Obispado de Tumbes y el título de “Protector de los Indios”, con 1000 ducados de sueldo al año.
  • A los Trece de la Isla del Gallo se los elevó a la categoría de hidalgos de solar conocido, y a los que ya lo eran, se les concedió el título de “Caballeros de la Espuela Dorada”.
  • Bartolomé Ruiz fue nombrado “Piloto Mayor de la Mar del Sur”, con 75.000 maravedíes de salario anual.
  • Pedro de Candía fue nombrado “Artillero Mayor del Perú” y Regidor de Tumbes.
  • Pizarro debía salir a los seis meses a partir de la fecha del documento, y desde Panamá tenía otros seis meses para seguir a las tierras del Perú. Se le autorizaba a llevar 150 peninsulares, 100 que podían reclutar en América, así como 50 esclavos negros, oficiales de la Real Hacienda, eclesiásticos y religiosos.

Como se puede ver, el gran beneficiado por esta Capitulación fue Francisco Pizarro, en desmedro de sus socios Almagro y Luque. En el caso de Almagro, Pizarro arguyó en su defensa que fue el rey en persona quien se opuso a que el mando se dividiera entre ambos socios;7879​ fue así que Pizarro concentró en su persona los títulos de Gobernador, Capitán General, Alguacil Mayor y Adelantado, mientras que a Almagro solo se le dio la gobernación de Tumbes.

Tercer viaje de Pizarro

"Los españoles transportados en una balsa a la isla de Puná" (en Historia de la conquista del Perú, de William Prescott, edición en español. 1851).

Pizarro aprovechó su estancia en la península ibérica para visitar Trujillo, su ciudad natal, donde se reunió con sus hermanos GonzaloHernando y Juan, a quienes convenció para que se sumaran a la empresa conquistadora.8081​ Con ellos preparó su tercer y definitivo viaje por la conquista del Perú. Reunió cuatro naves: tres galeones y una zabra destinada a capitana, pero le fue difícil reunir los 150 hombres que le exigía una de las cláusulas de la capitulación. Sin embargo, Pizarro logró burlar los controles de las autoridades y el 26 de enero de 1530, último día de plazo, se adelantó a bordo de la capitana, zarpando de Sanlúcar. Los otros navíos, al mando de su hermano Hernando, le siguieron después, convenciendo al factor (inspector) de la Casa Contratación de Sevilla que llevaban más de 150 hombres. En realidad llevaban menos de esa cantidad.82

Tras un viaje sin contratiempos, Pizarro arribó a Nombre de Dios, donde se encontró con su socio Almagro que, como era de esperarse, recibió con desagrado la noticia de las pocas prerrogativas conseguidas para él en la capitulación, en comparación a los títulos y poderes otorgados a Pizarro. A este disgusto se sumó la actitud prepotente de Hernando Pizarro, el más temperamental de los hermanos Pizarro. Almagro pensó incluso a separarse de la sociedad, pero Luque logró, una vez más, reconciliar a los dos socios.838479

De Nombre de Dios, los tres socios y sus hombres pasaron a la ciudad de Panamá. Empezaron los preparativos. Durante ocho meses, de abril a diciembre de 1530, los soldados reclutados realizaron su adiestramiento militar.85​ Pizarro logró reunir tres naves a las que proveyó con todo lo necesario para realizar la “entrada” definitiva al Perú.84

El 28 de diciembre de 1530 los expedicionarios oyeron misa en la iglesia de La Merced de Panamá.84​ Eran 180 de a pie y 37 de a caballo (datos de Jerez).86​ Estaban ya listos para embarcarse, pero tuvieron que esperar unos días más para dar cumplimiento a las disposiciones que exigía que la expedición llevara oficiales reales.84

Pizarro partió finalmente de Panamá el 20 de enero de 1531, con dos navíos, dejando el otro barco en el puerto al mando del capitán Cristóbal de Mena, con el encargo de seguirle después. Como en anteriores ocasiones, Almagro se quedó en Panamá para proveer de todo lo necesario para la expedición.86​ Después de 13 días de navegación (dato de Jerez), Pizarro llegó a la bahía de San Mateo, donde decidió avanzar por tierra.87​ Los expedicionarios caminaron bajo las inclemencias del clima tropical, la creciente de los ríos, el hambre y las enfermedades tropicales. Encontraron algunos pueblos indios abandonados, y en uno de ellos, Coaque, permanecieron varios meses, hallando oro, plata y esmeraldas, en algunas cantidades apreciables. Pizarro despachó a los tres navíos con dichas riquezas para que sirvieran de aliciente a los españoles: dos de ellos rumbo a Panamá y uno a Nicaragua. La táctica hizo efecto: los navíos regresaron de Panamá con treinta infantes y veintiséis jinetes, mientras que en Nicaragua el capitán Hernando de Soto, entusiasmado al ver las muestras de oro, empezó a reclutar gente para partir rumbo al Perú. El botín hallado en Coaque fue, pues, el comienzo de la tentación por llegar al Perú.88

En Coaque, muchos de los soldados de Pizarro enfermaron de un extraño mal que denominaron bubas, por los tumores que les brotaban en la piel, mal que cobró algunas víctimas.8990

Pizarro partió de Coaque en octubre de 1531. Siguiendo al sur, empezó a recorrer la actual costa de Ecuador. Pasó el cabo de Pasao o Pasado, habitada por indios belicosos y caníbales.91​ Recorrió luego la bahía de Caráquez, donde embarcaron a toda la gente enferma, continuado el resto por tierra. A toda esa región los cronistas llaman Puerto Viejo o Portoviejo.92​ Pasaron luego por Tocagua, Charapotó y Mataglan; en esta última se encontraron con Sebastián de Belalcázar, venido de Nicaragua y que estaba al mando de 30 hombres bien armados, con doce cabalgaduras, todos los cuales se sumaron a la expedición de Pizarro (noviembre de 1531).93

Pasaron después por Picuaza, Marchan, Manta, la Punta de Santa Elena, Odón, hasta la entrada del golfo de Guayaquil.94​ El hambre y la sed siguieron castigando a los expedicionarios, pero se hallaban ya cerca de las puertas del imperio incaico.95

La conquista

Mapa que muestra la ruta de la expedición encabezada por Pizarro durante la conquista del Perú, desde el inicio de su Tercer Viaje, hasta la llegada al Cuzco, la capital de los incas.

Conquista de la isla de Puná[editar]

Pasando por el golfo de Guayaquil, Pizarro y sus expedicionarios avistaron la gran isla de Puná, separada de tierra firme por un delgado brazo de mar, llamado «el paso de Huayna Cápac». El curaca o cacique de la isla, llamado Tumbalá, invitó a los españoles a que cruzaran el paso y visitaran sus dominios. Pizarro aceptó, pese al peligro de una emboscada, pues planeaba usar la isla como cabeza de puente para el desembarco en Tumbes.9690

En Puná, Pizarro se enteró del violento fin que tuvo Alonso de Molina y otros soldados españoles que se habían quedado entre los indios en el curso de su segundo viaje. Se dice que los españoles hallaron en la isla un lugar que tenía una cruz alta y una casa con un crucifijo pintado en una puerta y una campanilla colgada y que luego salieron de dicha casa más de treinta chiquillos de ambos sexos, diciendo en coro «Loado sea Jesucristo, Molina, Molina». Los indios contaron entonces que Molina había llegado a Puná huyendo de los tumbesinos y que se había dedicado a adoctrinar a los niños en la fe cristiana: luego, los isleños lo convirtieron en su caudillo durante la guerra librada contra los chonos, peleando en varios combates, hasta que, en cierta ocasión, hallándose de pesca a bordo de una balsa, fue sorprendido y ultimado por los chonos.97

Tumbalá entró en tratos con Pizarro, ofreciéndole su ayuda en su proyectado avance hacia Tumbes.98​ Y es que entre Puná y Tumbes existía una continua guerra; incluso, en la isla había unos 600 prisioneros tumbesinos, esclavizados por los puneños. Los españoles recibieron regalos e instrumentos musicales por parte de Tumbalá, como símbolo de la alianza.

Llegó por entonces a Puná el curaca Chilimasa de Tumbes, que se entrevistó secretamente con Pizarro; este hizo que Chilimasa y Tumbalá se amistaran e hicieran las paces. Lo que ignoraba el español era que ambos curacas ya no peleaban entre sí, sino que se hallaban sometidos a la voluntad del inca Atahualpa, a través de un noble quechua que ejercía como gobernador de Tumbes y Puná. Ambos guardaban también un secreto plan para exterminar a los españoles, siguiendo las directivas del Sapa Inca.99

Grabado que representa a Hernando Pizarro herido, durante la lucha contra los indios de Puná.

Tumbalá se preparaba para realizar el exterminio de los españoles, cuando Felipillo, el intérprete de los españoles (uno de los muchachos recogidos de la balsa tumbesina por Ruiz), se enteró de aquel plan y lo puso al tanto de Pizarro, que ordenó entonces apresar a Tumbalá. En plena lucha entre indios y españoles, arribó a Puná el capitán Hernando de Soto, procedente de Nicaragua, posiblemente a fines de 1531. Soto trajo consigo un centenar de hombres, entre ellos 25 jinetes, refuerzo significativo que decidió el triunfo español sobre los indios.100

Pizarro, para ganarse el apoyo de los tumbesinos, les entregó a algunos de los jefes de Puná que habían sido tomados prisioneros y puso en libertad a los seiscientos tumbesinos esclavizados que se hallaban en la isla. Como señal de agradecimiento, Chilimasa aceptó prestar sus balsas para que los españoles pudieran trasladar en ellas sus fardajes. Pero detrás de esas muestras de amistad, Chilimasa mantenía su plan secreto de exterminar a los españoles, siguiendo las directiva que le había dado Atahualpa.101

Pizarro permaneció en Puná hasta abril de 1532, cuando emprendió el avance hacia la costa tumbesina.102

Desembarco en Tumbes

Desembarco de Pizarro en Tumbes en 1532. Esta pintura se localiza en la Catedral de Lima, exactamente en la tumba del conquistador.

La navegación de los españoles hacia Tumbes duró tres días. Estando todavía en alta mar, Pizarro ordenó que se adelantaran las cuatro balsas que Chilimasa le había cedido para transportar los equipajes, en las cuales iban tripulantes indios y tres españoles en cada una de ellas. Fue entonces cuando los indios procedieron a realizar la estratagema destinada a exterminar a los españoles. La primera balsa que llegó a tierra fue rodeada por los indios y los tres españoles que en ella iban fueron atacados y arrastrados hasta un bosquecillo, donde fueron descuartizados y echados sus pedazos en grandes ollas con agua hirviente. La misma suerte iban a correr otros dos españoles que llegaban en la segunda balsa, pero los voces de auxilio gritadas a tiempo hicieron efecto, ya que Hernando Pizarro, con un grupo de españoles a caballo, arremetió contra los indios. Muchos de estos murieron a manos de los españoles y otros huyeron a los bosques.103

Los españoles, que no entendían el motivo de la belicosidad de los tumbesinos, a quienes habían considerado como aliados, encontraron a la ciudad de Tumbes completamente arrasada y comprobaron que no era una gran ciudad de piedra, como había informado el griego Candía, sino de adobes, lo que desilusionó a no pocos.104​ Hernando de Soto con su tropa persiguió a los tumbesinos levantados durante toda la noche y en la mañana: cayeron sobre sus campamentos, sorprendiéndolos y matándolos. Al día siguiente continuó la persecución. El cacique Chilimasa con las debidas garantías para su vida, se presentó ante Hernando de Soto, quien lo llevó ante Pizarro. Interrogado por la razón de su rebeldía, Chilimasa se limitó a negar todo y acusó a sus jefes principales de haber tramado la conjura contra los españoles. Pizarro le pidió que entregara a esos jefes, pero Chilimasa dijo que eso estaba ya fuera de su alcance, pues aquellos ya habían fugado de la comarca. Superado el incidente, Chilimasa se amistó de nuevo con los españoles y no volvió a traicionarlos.105

Con los datos proporcionados por los cronistas españoles, se puede reconstruir el contexto en que ocurrió la destrucción de Tumbes, tal como la hallaron los españoles: este poblado había sido arrasado por orden del inca Atahualpa, en castigo por haber apoyado a Huáscar, en plena guerra civil incaica. Es posible también que una epidemia diezmara a sus pobladores, tal vez la viruela traída por los españoles, la misma que acabara con la vida del inca Huayna Cápac. Los tumbesinos fueron obligados a rendir vasallaje a Atahualpa, quien ordenó a su curaca Chilimasa realizar una comisión especial, para demostrar su lealtad: ganarse la confianza de los españoles, para luego, una vez en pleno desembarco, matarlos a todos. Sin embargo, parece ser que quien llevó a cabo el plan fue el capitán incaico dejado en Tumbes por el mismo Atahualpa, con el apoyo de algunos jefes de Chilimasa, mientras que este se mantuvo al margen. De todos modos, el plan fracasó.106

Fue en Tumbes donde Pizarro se enteró de la existencia de la ciudad del Cusco, a través de una conversación que sostuvo con un indio tumbesino, según se relata en la crónica de Pedro Pizarro:

«...pues preguntando al indio qué era, el dijo que era un pueblo grande donde residía el Señor de todos ellos, y que había mucha tierra poblada y muchos cántaros de oro y plata, y casas chapeadas con planchas de oro...».

Se informó también sobre la existencia de valles más fértiles. Todos estos informes entusiasmaron a Pizarro, quien quedó muy alentado para continuar con la conquista.107

Cabe contar también que hubo un conato de rebelión entre los españoles, específicamente en la persona de Hernando de Soto. Este, durante la correría que hizo al interior persiguiendo a los tumbesinos rebeldes, quedó maravillado al ver el majestuoso camino inca (el Qhapaq Ñan) que iba hacia el norte, a la provincia de Quito. Quiso entonces Soto, que comandaba una nutrida hueste, independizarse de Pizarro y dirigir por su cuenta una expedición a ese territorio, pero varios de sus hombres no quisieron seguirle, y algunos fueron a contarle a Pizarro, por lo que el motín debió frustrarse. Pizarro hizo como que no se enteró, pero a partir de entonces vigiló rigurosamente a Soto.108

El 16 de mayo de 1532 Pizarro abandonó Tumbes, donde dejó una guarnición española al mando de los oficiales reales.109

Los españoles en Poechos y las primeras noticias sobre Atahualpa

Las huestes de Pizarro, que sumaban unos 200 hombres, avanzaron con dirección a Poechos, divididos en dos grupos. La vanguardia estaba al mando del mismo Francisco Pizarro, acompañado por Hernando de Soto. La retaguardia, que constituía el grueso de las tropas, y que estaba al mando de Hernando Pizarro, salió de Tumbes poco después, avanzando lentamente porque en sus filas había enfermos.110

El 25 de mayo de 1532 los españoles llegaron a Poechos,111​ que era una localidad habitada por indios tallanes y gobernaba por el curaca Maizavilca, un indio rechoncho y muy astuto. Este recibió cordialmente a los españoles y para ganarse más la voluntad de Pizarro, le regaló a su sobrino, un muchacho que fue bautizado como Martinillo y que se convirtió en intérprete.112

Poco después, llegó a Poechos la retaguardia de conquistadores que venía con Hernando Pizarro. Francisco Pizarro mandó a sus hombres a explorar la región: a Juan Pizarro y a Sebastián de Belalcázar envió a las provincias adyacentes a Poechos; y a Hernando de Soto le comisionó recorrer las márgenes del río Chira. Soto halló poblaciones numerosas, con curacas o caciques muy revoltosos, a los cuales capturó y llevó a Poechos, donde fueron obligados a jurar vasallaje al rey de España.113

Atahualpa, último inca del Tahuantinsuyo (1532-1533).

Fue en Poechos donde los españoles supieron de la existencia de un gran monarca que dominaba todo un vasto imperio, el inca Atahualpa, el cual se estaba desplazando de Quito a Cajamarca. Además, tuvieron detalles de la guerra que aquel rey sostuvo con su hermano Huáscar, el cual, tras ser derrotado, se hallaba cautivo. Preocupado por la guarnición dejada en Tumbes, Francisco comisionó a Hernando Pizarro a que volviera allá y trajera consigo a todos sus hombres.114

Hernando Pizarro regresó por tierra, pero algunos españoles lo hicieron por mar. Por entonces se habían levantado los curacas de la Chira y de Amotape, obligando a los españoles de Hernando Pizarro, a atrincherarse en la huaca Chira y enviar un mensaje a Francisco Pizarro en demanda de ayuda. Este, al mando de 50 jinetes, se dirigió a auxiliar a sus compañeros de armas, logrando salvarlos. Pizarro castigó severamente a los curacas: luego de someterlos a tormento para que confesaran su conjura, trece de ellos fueron estrangulados y quemados sus cuerpos, según lo cuenta Pedro Pizarro en su crónica.115

El orejón espía

Enterado Maizavilca que Pizarro planeaba fundar una ciudad de cristianos cerca de su territorio, se incomodó y se puso de acuerdo con los demás curacas tallanes sobre la manera de deshacerse de los españoles. Enviaron mensajeros al inca Atahualpa, que se encontraba entonces en Huamachuco celebrando su triunfo sobre Huáscar, para informarle de la presencia en Tumbes y Piura de gente extraña, de tez blanca y con barba, salidos del mar, que según ellos podían ser los dioses viracochas, aludiendo a una antigua leyenda que vaticinaba la llegada de seres divinos con esas características. Querían de esa manera que el inca se interesara y que invitara a los españoles a su encuentro.116

En efecto, Atahualpa se interesó en el asunto y envió un espía a Poechos. Pedro Pizarro, que había quedado con Hernando Pizarro en Poechos, describe al espía como un orejón o noble inca, al que llama Apo (que en realidad es un título, que significa “señor”). Cristóbal de Mena lo llama simplemente “capitán del Inca” y Juan de Betanzos afirma que se llamaba Ciquinchara y que era un orejón natural de Jaquijahuana.117

Disfrazado de un rústico vendedor de pacaes, Ciquinchara se adentró en el campamento de los españoles sin levantar sospechas. Pero Hernando Pizarro, maliciando de su presencia, lo empujó y le dio de puntapiés, armándose entonces un alboroto entre los indígenas, lo que aprovechó Ciquinchara para escabullirse e ir donde el Inca, a quien dio un informe. Particularmente, llamaron la atención del orejón tres españoles: el domador de caballos, el barbero que con su arte “rejuvenecía a los viejos” y el herrero que forjaba espadas. El orejón opinó ante Atahualpa, que cuando se procediese a exterminar a los españoles, se conservaran a estos tres, pues serían de gran utilidad para los incas.118

La fundación de San Miguel

Retrato de la fundación de San Miguel de Tangarará por parte de Pizarro, primera ciudad española en el Perú.

Luego de apaciguar a Chira, Pizarro se dirigió a Tangarará o Tangarala, a orillas del río Chira, en donde se propuso fundar una villa. Se encomendó la exploración de la región al fraile dominico Vicente de Valverde.

La villa de San Miguel de Tangarará, fue fundada el 15 de agosto de 1532 (según el cálculo hecho por el historiador José Antonio del Busto).119n 1​ Se eligió ese lugar pues era muy fértil y se hallaba regularmente poblada de indios; estaba a la margen derecha del río Chira, a unas 6 leguas de un lugar llamado Amotape y a 40 km del mar.120​ Luego de la ceremonia se inscribieron como vecinos 46 conquistadores. Como su teniente de gobernador fue nombrado el contador Antonio Navarro y como alcaldes ordinarios al asturiano Gonzalo Farfán de los Godos y al castellano Blas de Atienza. Francisco Pizarro hizo el primer reparto de tierras y siervos indios entre los españoles que quisieron afincarse en la villa. Este primer reparto incluyó además de Piura, Tumbes, el más codiciado repartimiento, que le fue concedido a Hernando de Soto.121

San Miguel de Tangarará, actual ciudad de Piura, fue la primera ciudad española fundada en el Perú y en todo el hemisferio sur. Tiempo después, en 1588, su sede fue trasladada a donde se halla actualmente, en Tacalá, en el valle del río Piura.122

El miedo de los españoles[editar]

Los españoles siguieron recibiendo noticias sobre la riqueza y la inmensidad del imperio incaico. Así, supieron de la existencia, más al sur, en la costa, de Chincha, gran emporio comercial, marítimo y terrestre; y de la fabulosa ciudad del Cuzco, que se hallaba más adentro, en la sierra, capital del imperio. Sabían también que el inca Atahualpa, luego de vencer a su hermano Huáscar, se hallaba en Cajamarca, a doce o quince jornadas de San Miguel, a donde se llegaba cruzando una inmensa cordillera. El miedo cundió en algunos españoles, que querían regresar a Panamá. Cierto día se halló en la puerta de la iglesia de San Miguel un papel clavado donde estaba escrita una copla contra Pizarro. Se acusó de ser su autor a Juan de la Torre, uno de los trece de la fama, quien, sometido a tortura, confesó su responsabilidad, siendo condenado a muerte. Pero Pizarro le conmutó la pena y lo desterró, siendo embarcado en un navío mercante. Algunos años después se comprobó su inocencia y retornó al Perú.123

La marcha a Cajamarca

Hernando de Soto, fue uno de los embajadores españoles que se entrevistaron con el inca Atahualpa en Pultumarca o los Baños del Inca, cerca de Cajamarca.

Luego de dictar una serie de disposiciones y de reforzar su retaguardia, Pizarro emprendió la marcha a Cajamarca.

El cronista Jerez dice que Pizarro salió de San Miguel el 24 de septiembre de 1532. Pizarro cruzó el río Chira y luego de tres días de marcha, llegó al fértil valle del río Piura, donde se detuvo diez días. Descontando algunos que regresaron a San Miguel (a solicitud del teniente de gobernador de esa villa), la hueste de Pizarro quedó conformada por 62 jinetes y 102 infantes.124125

Pizarro partió de Piura el 8 de octubre de 1532. Ese mismo día envió una avanzada de 50 a 60 soldados, al mando de Hernando de Soto, hacia el pueblo de Caxas o Cajas (actualmente desaparecido), donde se decía que estaba el ejército de Atahualpa; de paso, Soto debía conseguir el vasallaje de los nativos.126​ Soto llegó a Caxas el 10 de octubre, encontrando el poblado destruido y casi despoblado, enterándose que todo ello era obra de los atahualpistas, que castigaron así al curaca del pueblo por ser huascarista. No obstante, los españoles hallaron depósitos de alimentos y ropas, y un acllahuasi con más de 500 acllas o vírgenes del Sol, que Soto repartió entre sus hombres. Fue entonces cuando apareció Ciquinchara, el espía inca enviado a Poechos, quien recriminó a Soto por su osadía; luego se presentó como embajador de Atahualpa, con la misión de ir a invitar a Pizarro para que fuese al encuentro con el Sapa Inca. Ciquinchara llevaba unos curiosos presentes para Pizarro: unos patos desollados y unas fortalecillas de piedra.127

Soto partió de Caxas el 13 de octubre, acompañado de Ciquinchara, y llegó a Huancabamba, un pueblo con mejores edificios y una fortaleza de piedra bien labrada. Por allí pasaba el camino del Inca o Qhapaq Ñan, que causó asombro a los españoles por su grandeza y su buena fábrica, enterándose que unía Quito con el Cuzco a lo largo de 300 leguas.128

Mientras tanto, Pizarro llegó al pueblo de Pavur, en la orilla derecha del río Piura. Luego, pasando a la margen opuesta, el 10 de octubre llegó al pueblo o fortaleza de Zarán o Serrán, donde acampó para esperar a Soto, quien llegó el 16 de octubre.129​ Ciquinchara se entrevistó con Pizarro para hacerle saber que el Inca «tiene la voluntad de ser su amigo, y esperalle en paz en Caxamarca». Luego de esto el embajador retornó donde Atahualpa llevando consigo unos regalos que enviaba con él Francisco Pizarro (una camisa blanca y muy fina, cuchillos, tijeras, peines y espejos de España) y para informarle que el jefe español «se apresuraría en llegar a Caxamarca y ser amigo del Inca».130

Tras descansar ocho días en Serrán, Pizarro partió el 19 de octubre de 1532, continuando su marcha hacia Cajamarca. Pasó por los pueblos de Copis, Motupe, Jayanca y Túcume, en tierra de los lambayeque. El 30 de octubre llegó al pueblo de Cinto, cuyo curaca informó a Pizarro de que Atahualpa había estado en Huamachuco y de que se dirigía a Cajamarca con cincuenta mil hombres de guerra. Desde Cinto, Pizarro envió a un jefe tallán, de nombre Guachapuro, como su mensajero para hablar con Atahualpa, con algunos presentes (una copa de cristal de Venecia, borceguíes, camisas de Holanda, cuenta de vidrio y perlas).131​ Cinto, unida posteriormente a Collique, sería el origen de la ciudad de Chiclayo.132

El 4 de noviembre Pizarro prosiguió su marcha, pasando por Reque, Mocupe y Saña, esta última una población grande y con mucha comida, al pie de la sierra. 133​ Allí los españoles encontraron una bifurcación del camino. Uno de ellos llevaba a Chincha y el otro a Cajamarca. Algunos españoles opinaban que sería mejor ir a Chincha y postergar el encuentro con Atahualpa. Sin embargo, Pizarro decidió continuar hacia Cajamarca, aduciendo que ya el Sapa Inca sabía que había partido de San Miguel y que iba a su encuentro, habiéndole incluso enviado mensajes en ese sentido; cambiar la ruta haría creer a Atahualpa de que los españoles rehuían por cobardía.134​ Asimismo, Pizarro quería capturar al principal líder indígena, siguiendo las recomendaciones de Hernán Cortés: "lo primero que hay que hacer es apoderarse del jefe, lo consideran como su dios y tienen poder absoluto. Con ello, los demás no saben qué hacer". Él mismo ya lo había experimentado en Coaque, la Puná y Túmbes, y sabía que apresando un curaca y teniéndolo como rehén se ganaba mucho. En cambio, suelto, el curaca se convertía en enemigo peligroso.135

El conquistador español, Francisco Pizarro, al frente de su caballo en busca de El Dorado, la mítica tierra del oro.

El 8 de noviembre de 1532, los españoles empezaron a subir la cordillera.136​ Pizarro decidió dividir su ejército en dos grupos: la vanguardia con él y cuarenta de a caballo y sesenta de a pie. El resto, al mando de Hernando Pizarro, formaría la retaguardia y se uniría a Pizarro cuando él lo indicase. Luego de un día de marcha, Pizarro mandó decir a su hermano Hernando que se le uniese para continuar el viaje juntos.135

El 9 de noviembre de 1532 Pizarro acampó en medio del frío de la sierra, donde recibió una embajada de Atahualpa, con diez llamas que el Inca había enviado como regalo y avisándole que este se hallaba hacía cinco días en Cajamarca. El 10 de diciembre Pizarro prosiguió su camino y acampó en un lugar que podría ser la actual población de Pallaques.137​ Aquí recibió otra embajada del Inca, encabezada nuevamente por Ciquinchara, que traía otro obsequio de diez llamas, y ratificaba los informes de la anterior embajada, en el sentido de que Atahualpa se hallaba en Cajamarca, donde esperaba en son de paz a los españoles. Ciquinchara acompañó a Pizarro durante todo el camino a Cajamarca.138

Pizarro continuó el viaje, llegando el 11 de noviembre a un lugar que posiblemente es la actual Llapa, donde descansó todo el día 12. El camino era muy fatigoso, por ser muy áspero, lleno de riscales y abismos.137

Pelea entre el mensajero y el embajador

El 13 de noviembre de 1532 regresó Guachapuro, el mensajero tallán que envió Pizarro ante Atahualpa. Cuenta Jerez que Guachapuro, viendo al embajador del Sapa Inca (Ciquinchara), arremetió contra él y lo cogió de las orejas, siendo separado por Pizarro, que le preguntó la razón de su agresión. Guachapuro dio las siguientes explicaciones: que el enviado del Sapa Inca era un mentiroso, que Atahualpa no estaba en Cajamarca sino en el campo (Baños del Inca) y tenía mucha gente de guerra acampadas en innumerables tiendas; que a él lo habían querido matar, pero se había salvado porque amenazó con que los embajadores de Atahualpa serían ajusticiados por Pizarro; que no permitieron que hablara directamente con el Inca, porque estaba ayunando, y se entrevistó, por fin, con un tío de Atahualpa, quien le requirió por los cristianos, siendo esta su respuesta:

«Y yo les dije que son valientes hombres y muy guerreros; que traen caballos que corren como viento y los que van en ellos, llevan unas lanzas largas, y con ellas matan a cuantos hallan, porque luego en dos saltos los alcanzan, y los caballos con los pies y bocas matan muchos. Los cristianos que andan a pie dije son muy sueltos, y traen en el brazo una rodela de madera con que se defienden y jubones fuertes colchados de algodón y unas espadas muy agudas que cortan por ambas partes, de cada golpe, un hombre por medio, y a una oveja (nota: llama) llevan la cabeza, y con ella cortan todas las armas que los indios tienen; y otras traen ballestas que tiran de lejos, que de cada saeteada matan un hombre y tiros de pólvora que tiran pelotas de fuego, que matan mucha gente».139

Por su parte, Ciquinchara, un tanto asombrado de escuchar que un indio tallán hablara con tanto atrevimiento, replicó así: que si Atahualpa no estaba en Cajamarca era porque sus casas habían sido reservadas para aposentar a los cristianos; que Atahualpa se hallaba en el campo porque esa era su costumbre desde que estaba en guerra con Huáscar; que cuando el Sapa Inca ayunaba no dejaban que hablara con nadie más sino con su padre el Inti. Muy diplomáticamente, Pizarro, zanjó la discusión, dando a entender que no tenía por qué dudar de la intención pacífica de Atahualpa.140

Los españoles llegan a Cajamarca

"El valle de Caxamalca". Grabado que aparece en la edición española de la obra de William H. Prescott, 1851.

Los españoles continuaron su camino. El 14 de noviembre, descansaron en Zavana, A falta de un solo día para llegar a Cajamarca. En Zavana recibieron otra embajada de Atahualpa, con comida.141​ Estando a solo una legua de Cajamarca, «toda la gente y caballos se armaron, y el Gobernador los puso en concierto para la entrada del pueblo, e hizo tres haces de los españoles de pie y de caballo».

Los españoles divisaron Cajamarca desde las alturas de Shicuana, al noreste del valle. Era el mediodía del viernes 15 de noviembre de 1532. Habían caminado 53 días desde San Miguel de Tangarará.142132

El Inca Garcilaso de la Vega y Miguel de Estete aseguran que los españoles encontraron en Cajamarca «gente popular y algunos de la gente de guerra» de Atahualpa. Además, que fueron bien recibidos. Otros cronistas, como Jerez, aseguran que los españoles no encontraron gente en el poblado. Antonio de Herrera y Tordesillas dice que «sólo se veían en un extremo de la plaza unas mujeres que lloraban la suerte que el destino reservaba a los españoles que habían provocado la cólera del emperador indio»143

Cuando Pizarro entró en Cajamarca, Atahualpa se encontraba a media legua de la ciudad, en Pultumarca o los Baños del Inca, donde había asentado su real, «con cuarenta mil indios de guerra», como cuenta Pedro Pizarro. Este campamento, conformado por extensas hileras de tiendas blancas, con miles de guerreros y servidores incas, apostados en la falda de una sierra, debió ofrecer una vista sorprendente a los conquistadores. El cronista soldado Miguel de Estete, testigo de los hechos, relata así sus impresiones:

Y eran tantas las tiendas... que cierto nos puso harto espanto; porque no pensamos que indios pudieran tener tan soberbia estancia, ni tantas tiendas, ni tan a punto; lo cual hasta allí en las Indias nunca se vio; que nos causó a todos los españoles harta confusión y temor…

La embajada española ante Atahualpa

Entrada a las fuentes termales de los Baños del Inca. (Cajamarca)

Entrados en Cajamarca, Francisco Pizarro envió a Hernando de Soto con veinte jinetes y el intérprete Felipillo, como embajada para decirle a Atahualpa «que él venía de parte de Dios y del Rey a los predicar y tenerlos por amigos, y otras cosas de paz y amistad, y que se viniese a ver con él.» Soto se hallaba ya a medio camino, cuando Pizarro, viendo desde lo alto de una de las “torres” de Cajamarca el impresionante campamento del Inca, temió que sus hombres pudieran sufrir una emboscada y envió a su hermano Hernando Pizarro con otros veinte encabalgados más y el intérprete Martinillo.144

Tras cruzar el campamento inca, Soto primero, y luego Hernando Pizarro, llegaron ante el palacete del Sapa Inca, situada en medio de un pradillo, custodiado por unos 400 guerreros incas. A través de los intérpretes, los españoles inquirieron la presencia del Inca, pero este demoró en salir, a tal punto que inquietó a Hernando, quien ofuscado, ordenó a Martinillo: «¡Decidle al perro que salga...!»145

Tras el exabrupto de Hernando Pizarro, un orejón o noble inca salió del palacete a observar la situación y luego tornó al interior, informando a Atahualpa que se hallaba afuera el mismo español irascible que lo había golpeado en Poechos, sede del curacazgo de Maizavilca. En efecto, dicho orejón era Ciquinchara, el espía que había sido enviado por el Sapa Inca para que observara a los españoles, cuando estos todavía se hallaban en Poechos (en el actual departamento de Piura), ocasión en la que sufrió la ira de Hernando Pizarro. Atahualpa se animó entonces a salir, caminando hacia la puerta del palacete y procediendo a sentarse sobre un banco colorado, siempre tras una cortina que únicamente dejaba ver su silueta.

De inmediato, Soto se acercó a la cortina, aún encabalgado, y le presentó la invitación a Atahualpa, aunque éste ni siquiera lo miró. Más bien, se dirigió a uno de sus orejones y le susurró algunas cosas. Hernando Pizarro, muy irascible, perdió nuevamente los papeles y comenzó a vociferar una serie de cosas que acabaron por llamar la atención del Inca, que ordenó que le retirasen la cortina. Por primera vez, los españoles podían ver al señor del Tahuantinsuyo y los describieron como un indio de unos 35 años, de cabellos largosn 2​ y mirada feroz, vestido con un traje multicolor, en cuya cabeza relucía una borla de rojo encarnado, la mascapaicha.146

Atahualpa miró muy particularmente al osado que lo había llamado «perro», pero se dirigió a Soto, diciéndole que avisara a su jefe que al día siguiente iría a verlo en Cajamarca y que ahí deberían pagarle todo lo que tomaron durante su estancia en sus tierras.

Hernando Pizarro, sintiéndose desplazado, le dijo a Martinillo que le comunicara al Sapa Inca que entre él y el capitán Soto no había diferencia, porque ambos eran capitanes de Su Majestad española. Pero Atahualpa no se inmutó, mientras cogía dos vasos de oro, llenos de chicha o licor de maíz, que le alcanzaron algunas mujeres. Soto le comentó al Inca que su compañero era hermano del Gobernador. El Inca siguió mostrándose indiferente ante Hernando Pizarro, pero finalmente se dirigió a él, diciéndole que su capitán Maizavilca le había informado sobre la manera en que había humillado a varios caciques encadenándolos, y que, de otro lado, el mismo Maizavilca se vanagloriaba de haber matado a tres cristianos y a un caballo; a lo que el impulsivo Hernando contestó que Maizavilca era un bellaco y que él y todos los indios no podrían nunca matar cristianos ni caballos porque eran todos unas gallinas, y que si quería comprobarlo, que él mismo le acompañara en la guerra contra sus enemigos, para que viera cómo se batían los españoles.

Retrato que se personifica la entrevista de Pultumarca.

Luego, el Sapa Inca ofreció a los españoles los vasos de licor, pero aquellos, temerosos de que la bebida estuviera envenenada, se excusaron de tomarla, diciendo que estaban en ayuno. A lo que el Inca replicó diciendo que él también estaba ayunando y que el licor de ningún modo hacía romper el ayuno. Para que se disipara cualquier temor, el Inca probó un sorbo de cada uno de los vasos, lo que tranquilizó a los españoles, que bebieron entonces el licor. Soto, montado en su caballo, quiso enseguida lucirse y comenzó a galopar, haciendo cabriolas ante el Sapa Inca; de repente avanzó sobre el monarca como queriendo atropellarle, pero paró en seco. Soto quedó asombrado al ver que el Inca había permanecido inmutable, sin hacer el menor gesto de miedo. Algunos de los servidores del Inca mostraron temor y por ello fueron castigados. Atahualpa ordenó luego traer más bebida y todos bebieron. Finalizó la entrevista con la promesa de Atahualpa de ir al día siguiente a encontrarse con Francisco Pizarro.147

El Sapa Inca, una vez que se fueron los españoles, ordenó que veinte mil soldados imperiales se apostasen en las afueras de Cajamarca, para capturar a los españoles: estaba seguro que al ver tanta gente, los españoles se rendirían. Atahualpa ideó un plan para capturar a los españoles poniendo a cargo a Rumiñahui para que lo ejecutara. Sin embargo, Rumiñahui huyó cuando se produjo la captura de Atahualpa.148

Captura de Atahualpa

Óleo de Juan B. Lepiani que representa la captura de Atahualpa en Cajamarca.

La hueste española constaba de 165 hombres de guerra: 63 jinetes, 93 infantes, 4 artilleros, 2 arcabuceros y 2 trompetas.149​ Además de Pizarro, únicamente Soto y Candía eran soldados de profesión. Contaban además con tres intérpretes indígenas: Felipillo, Francisquillo y Martinillo. Los esclavos negros y nicaraguas venidos con los españoles eran muy pocos y debieron actuar solo como escuderos. No tenían perros de guerra, pues estos se habían quedado en San Miguel.150

Era inevitable que en la noche del 15 de noviembre de 1532, previa al encuentro con el Sapa Inca, cundiera el miedo entre la tropa española.151​ Pedro Pizarro dice: «Pues estando así los españoles, fue la noticia a Atahualpa, de indios que tenía espiando, que los españoles estaban metidos en un galpón, llenos de miedo, y que ninguno aparecía por la plaza. Y a la verdad el indio la decía porque yo oí a muchos españoles que sin sentirlo se orinaban de puro temor».152​ Los conquistadores a las órdenes de Pizarro velaron armas durante la noche, Francisco Pizarro sobre la base de los largos relatos que le hacía Hernán Cortés sobre la conquista de los mexicas, tenía en mente capturar al Inca imitando a Cortés en México.

Esta imagen representa a Santiago Mataindios, una extensión en América de Santiago Matamoros (santo que ayudó a España contra los musulmanes). Para animar a sus tropas, los conquistadores decían que en los momentos más difíciles llegaba al apoyo divino. El grito de batalla era "Santiago, a ellos".

Pizarro dispuso que el griego Pedro de Candía se colocase en lo más alto de la fortalecilla o tambo real, en el centro de la plaza, con dos o tres infantes y dos falconetes o cañones pequeños, adjuntándoles además dos trompetas. A los de caballo los dividió en dos fracciones, al mando de Hernando de Soto y de Hernando Pizarro, respectivamente. La infantería también fue dividida en dos fracciones, una al mando de Francisco Pizarro y la otra al mando de Juan Pizarro. Todos debían estar escondidos en los edificios que rodeaban la plaza, esperando la llegada del Inca y hasta escuchar la señal de ataque. Esta sería un arcabuzazo disparado por uno de los que estaban con Pizarro, y el sonoro grito de ¡Santiago!. Si por alguna razón el disparo no fuera oído por Candia, se agitaría un pañuelo blanco como señal para que el griego disparara su falconete e hiciera sonar las trompetas (los trompeteros eran Juan de Segovia y Pedro de Alconchel). La orden era causar estragos entre los indios y capturar al Sapa Inca.153

Antes de entrar en combate, Pizarro en forma de arenga alentó a sus hombres:154

Tened todos ánimo y valor para hacer lo que espero de vosotros y lo que deben hacer todos los buenos españoles y no os alarméis por la multitud que dicen tiene el enemigo, ni por el número reducido en que estamos los cristianos. Que aunque fuésemos menos y el enemigo contrario fuese más numeroso, la ayuda de Dios es mayor todavía, y en la hora de la necesidad Él ayuda y favorece a los suyos para desconcertar y humillar el orgullo de los infieles y atraerles al conocimiento de nuestra Santa Fe.

Los cronistas fijan las cuatro de la tarde como la hora en que Atahualpa ingresó a la plaza de Cajamarca, pensado que su ejército de 20.000 hombres sería suficiente para que los españoles se retiraran sin luchar, sus hombres no estaban armados. Miguel de Estete dice: «A la hora de las cuatro comienzan a caminar por su calzada delante, derecho a donde nosotros estábamos; y a las cinco o poco más, llegó a la puerta de la ciudad». El Inca comenzó su entrada en Cajamarca, antecedida por su vanguardia de cuatrocientos hombres, ingresó a la plaza con toda su gente, en una «litera muy rica, los cabos de los maderos cubiertos de plata...; la cual traían ochenta señores en hombros; todos vestidos de una librea azul muy rica; y él vestido su persona muy ricamente con su corona en la cabeza y al cuello un collar de esmeraldas grandes; y sentado en la litera en una silla muy pequeña con un cojín muy rico». Por su parte, Jerez señala: «Entre estos venía Atahualpa en una litera aforrada de plumas de papagayos de muchos colores, guarnecida de chapas de oro y plata». Detrás del Sapa Inca venían otras dos literas, donde iban dos personajes importantes del Imperio: uno de ellos era el Chinchay Cápac, el gran señor de Chincha, y el otro probablemente era el Chimú Cápac o gran señor de los chimúes (otros dicen que era el señor de Cajamarca). Los guerreros incas que ingresaron al recinto se calcula en número de 6.000 a 7.000 y ocupaban media plaza.155

Dibujo de Guamán Poma de Ayala que representa a Atahualpa en Cajamarca, sentado en su trono o usno y acompañado de sus guerreros. Delante de él están Francisco Pizarro y el padre Vicente de Valverde.

Francisco Pizarro envió ante el Sapa Inca al fraile dominico, fray Vicente de Valverde, al soldado Hernando de Aldana y al intérprete Martinillo. Ante el Inca, el fraile Valverde hizo el requerimiento formal a Atahualpa de abrazar la fe católica y someterse al dominio del rey de España, al mismo tiempo que le entregaba un breviario o un Evangelio de la Biblia. El diálogo que siguió es narrado de forma diferente por los testigos. Según algunos cronistas, la reacción del Sapa Inca fue de sorpresa, curiosidad, indignación y desdén. Atahualpa abrió y revisó el evangelio minuciosamente. Al no encontrarle significado alguno, lo tiró al suelo, mostrando singular desprecio. La reacción posterior de Atahualpa fue decirle a Valverde que los españoles devolviesen todo lo que habían tomado de sus tierras sin su consentimiento, reclamándoles en especial las ropas que habían tomado de sus almacenes; que nadie tenía autoridad para decirle al Hijo del Sol lo que tenía que hacer y que él haría su voluntad; y finalmente, que los extranjeros «se fuesen por bellacos y ladrones»; en caso contrario los mataría.156

Lleno de miedo, el fraile Valverde corrió donde Pizarro, seguido de Aldana y el indio intérprete, al tiempo que gritaba al jefe español: «¡Qué hace vuestra merced, que Atabalipa está hecho un Lucifer!». Luego, Valverde le contó que el “perro” (idólatra) había arrojado el evangelio a tierra, por lo que prometió la absolución a todo aquel que saliera a combatirlo.157

Pintura que recrea la entrada sorpresiva de los españoles en la ciudad inca de Cajamarca.

A una señal de Francisco Pizarro se puso en marcha lo planificado. Candía disparó su falconete, tocaron las trompetas y salieron los jinetes al mando de Hernando de Soto y de Hernando Pizarro. Los caballos fueron los que causaron más pánico a los indígenas, que no atinaron a defenderse y solo pensaron en huir de la plaza; tal era la desesperación, que formaron pirámides humanas para llegar a lo alto del muro que circundaba la plaza, muriendo muchos asfixiados por la aglomeración. Hasta que finalmente, debido a la tremenda presión, el muro se derrumbó, y por encima de los muertos aplastados, los sobrevivientes huyeron por la campiña. Tras ellos se lanzaron los jinetes españoles, dando alcance y matando a todos los que pudieron.158

Mientras tanto, en la plaza de Cajamarca, Francisco Pizarro buscaba el anda del Sapa Inca, mientras que Juan Pizarro y los suyos cercaban al Señor de Chincha y lo mataban en su litera.155​ Los españoles arremetieron especialmente contra los nobles y curacas, que se distinguían por sus libreas (uniformes) con escaques de color morado.159​ «Otros capitanes murieron, que por ser gran número no se hace caso de ellos, porque todos los que venían en guarda de Atahualpa eran grandes señores.» (Jerez). Entre esos capitanes del Inca que cayeron ese día figuraba Ciquinchara, el mismo que había oficiado de embajador ante los españoles durante el trayecto entre Piura y Cajamarca.160

Pintura que representa a Francisco Pizarro en el momento en que captura a Atahualpa, evitando su muerte a manos de un soldado español.

Igual suerte hubiera corrido Atahualpa, de no ser por la intervención de Francisco Pizarro. Sucedía que los españoles no podían derribar la litera del Sapa Inca, a pesar de que mataban a los portadores, pues cuando estos caían, otros cargadores de refresco se apresuraban a reemplazarlos. Así estuvieron forcejeando gran tiempo; un español quiso herir al Inca de un cuchillazo, pero Pizarro se interpuso a tiempo, gritando que «nadie hiera al indio so pena de la vida... »; se dice que en ese forcejeo, el mismo Pizarro sufrió una herida en la mano. Al fin cayó el anda y el Sapa Inca fue capturado, siendo llevado preso a un edificio, llamado Amaru Huasi.161

Jerez calcula en 2000 los muertos en Cajamarca, todos nativos, quienes durante la media hora que duró la masacre no se defendieron (muchos murieron aplastados por sus compañeros en el intento de huida), por lo que a dicha carnicería es equivocado llamarla “batalla”.162

Reparto del botín

Tras la victoria en Cajamarca los vencedores se repartieron el botín de guerra en Pultumarca o los Baños del Inca. El soldado cronista Estete dice: «... todas esas cosas de tiendas y ropas de lana y algodón eran en tan gran cantidad que a mi parecer fueran menester muchos navíos en que cupieran». Otro cronista dice: «...el oro y la plata y otras cosas de valor se recogió todo y se llevó a Cajamarca y se puso en poder del Tesorero de Su Majestad.» Jerez nos dice: «el oro y plata en piezas monstruosas y platos grandes y pequeños, y cántaros y ollas o braseros y copones grandes y otras piezas diversas. Atahualpa dijo que todo esto era vajilla de su servicio, y que sus indios que habían huido habían llevado otra mucha cantidad». Fueron los primeros trofeos de importancia que tomaron los españoles.

Los metales preciosos llegaron a sumar ochenta mil pesos en oro y siete mil marcos en plata; también encontraron catorce esmeraldas.163​ A su vez, Francisco López de Gomara señala que «ningún soldado se enriqueció tanto en tan poco tiempo y sin riesgo» aunque agrega «nunca se jugó de esa manera, pues hubo muchos que perdieron su parte a los dados.»

Era tanto el botín, que los españoles, al volver a Cajamarca, decidieron solo llevarse las piezas de oro y plata, dejando todo lo demás. Para tal fin, comenzaron a tomar prisioneros entre los indios, pero, ante su asombro, vieron que estos se ofrecían voluntariamente para realizar la labor de cargueros, llevando a sumar miles. Todos ellos se reunieron en la plaza de Cajamarca; allí, Francisco Pizarro les habló por medio de un intérprete, diciéndoles que el Sapa Inca se hallaba vivo, pero que era su prisionero. Luego, viendo que los indios eran pacíficos, ordenó que los liberaran. Sucedía que todos esos indios eran huascaristas, partidarios de Huáscar, y por lo tanto, enemigos de Atahualpa, y como tales, se hallaban agradecidos con los españoles, a quienes veían como aliados. De entre ellos Pizarro escogió a los más fuertes para que sirvieran de cargadores; también separó a las indias más jóvenes y bellas, destinadas a ser las sirvientas de los españoles.164

Atahualpa ofrece un rescate

El Rescate de Atahualpa, pintura de Carlos Baca-Flor que representa las negociaciones de Atahualpa en donde el inca está contabilizando la cantidad de oro y plata «hasta donde alcanzara su mano».

Estando en prisión Atahualpa, recibía en visita a los curacas que le traían obsequios, en oro y plata. El Sapa Inca se dio cuenta entonces de que esos metales preciosos tenían para los españoles otro valor, diferente, al que él y su pueblo le daban. También se dio cuenta y se convenció que la única forma de salvarse era ofreciéndoles gran cantidad de oro y plata. Y así lo hizo. Le propuso a Francisco Pizarro que le daría, a cambio de su libertad, una sala llena, hasta donde alcanzaba su mano alzada, con diversas piezas de oro: cántaros, ollas, tejuelos, etc.; y dos veces la misma sala llena de objetos de plata. La sala, conocida ahora como el Cuarto del Rescate, medía 22 pies de largo y 17 de ancho (datos de Jerez). Atahualpa prometió que cumpliría en reunir toda esa cantidad de metales preciosos en un plazo de dos meses. Pizarro se apresuró a confirmar la promesa por escrito en un acta ante escribano.165

El Cuarto del Rescate (Cajamarca), habitación donde supuestamente estuvo prisionero Atahualpa.

Pizarro comenzó a tomar una serie de providencias; reforzó la seguridad de Cajamarca, con obras civiles, en las cuales trabajaron «muchos indios huascaristas». La vigilancia se hizo permanente, por rondas, de 50 soldados de a caballo, durante el día y gran parte de la noche. Durante las madrugadas, era de 150 de a caballo, amén de los espías, informantes y vigías de pie; indios y españoles.135

El primer cargamento de oro ofrecido por Atahualpa llegó del sur y lo trajo un hermano del Inca, «trájole unas hermanas y mujeres de Atahualpa, y trajo muchas vasillas de oro; cántaros y ollas y otras piezas y mucha plata, y dijo que por el camino venía más; que como es tan larga la jornada, cansan los indios que lo traen y no pueden llegar tan aína; que cada día entrará más oro y plata de los que quedan más atrás». «Y así, entran algunos días veinte mil, y otras veces treinta mil, y otras cincuenta, y otras sesenta mil pesos de oro en cántaros y ollas grandes de tres arrobas y de a dos, y cántaros y ollas grandes de plata y otras muchas vasijas». Pizarro iba acumulando esas piezas en uno de los aposentos donde estaba Atahualpa, «hasta que cumpla su promesa».

Sin embargo, los soldados españoles comenzaron a murmurar que, al ritmo que iba la recolección, no se llenarían los cuartos o galpones en el plazo fijado. Al darse cuenta de esos comentarios, Atahualpa propuso a Pizarro que, para agilizar el acarreo del oro y la plata, enviara a sus soldados, tanto al santuario de Pachacámac, que se encontraba a «diez jornadas al sur», como a la ciudad del Cuzco, capital del Imperio, lugares que estaban repletos de esas riquezas. Pizarro aceptó la propuesta.166

El avance de Almagro

Mientras ocurrían los sucesos de Cajamarca, arribaron al puerto de Manta (actual Ecuador) seis navíos. El 20 de enero de 1533, Pizarro recibió mensajeros enviados desde San Miguel de Tangarará, avisándole de tal arribo. Tres de las naves mayores venían de Panamá, al mando de Diego de Almagro, con 120 hombres. Las otras tres carabelas llegaron de Nicaragua, con 30 hombres más. En total desembarcaron 150 hombres, además de 84 caballos, refuerzo apreciable para la empresa de la conquista. El cacique de Tumbes entró en rebeldía, mas no levantó a su gente.

Se iniciaba una nueva etapa de la conquista, que fue más de consolidación del triunfo que habían tenido en la plaza de Cajamarca y de reparto del primer botín de guerra. A Francisco Pizarro debió preocuparle no sólo la presión de sus hombres para el reparto del oro y la plata, sino la presión que debían estar recibiendo sus socios en Panamá y Nicaragua para el pago de los fletes y demás pertrechos, para demostrar el éxito de su empresa y poder así reclutar más gente para la empresa, gente que por otro lado debía necesitar con suma urgencia, dada la escasez de hombres con que contaban.135

Expedición a Pachacámac

Siguiendo el consejo de Atahualpa para apresurar la recolecta del oro y la plata, Pizarro envió a un grupo de españoles a Pachacámac, en la costa del valle de Lima; se trataba de un célebre santuario de origen preinca, sede de un oráculo de prestigio, donde iban en peregrinación los indios.167​ La expedición a Pachacámac estuvo al mando de Hernando Pizarro; lo conformaban 14 jinetes, 9 infantes y un número indeterminado de cargueros indígenas. Entre los expedicionarios se hallaba Miguel de Estete, quien escribiría una Relación de este viaje. Para que les sirvieran de guías, Atahualpa entregó a los españoles al gran sacerdote de Pachacámac y otros cuatro sacerdotes menores; también fueron en la expedición cuatro orejones o nobles incaicos.168​ Atahualpa no sentía ningún respeto por el dios Pachacámac, pues, en una ocasión, no acertó en uno de sus oráculos consultados con respecto a su persona, durante la guerra contra Huáscar.169

La expedición partió de Cajamarca el 5 de enero de 1533 y siguió el camino real o Qhapaq Ñan. La primera escala importante fue Huamachuco. Luego siguieron por el Callejón de HuaylasHuaylasHuaraz y Recuay, bajando a la costa. Pasaron luego por la fortaleza de ParamongaBarranca y Chancay, y entrando al valle de Lima, se detuvieron en el pueblo de Surco, antes de llegar a Pachacámac, el 2 de febrero de 1533.170

Templo del Sol en Pachacámac.

Llegado ante el templo principal de Pachacámac (llamado Templo del Sol), que era una pirámide escalonada, Hernando exigió a los servidores del templo que le entregaran todo el oro que guardaban. Estos le dieron una pequeña cantidad, que no contentó al español, quien ingresó al recinto sagrado y subió hasta la cima, donde se hallaba, dentro de una bóveda pequeña, el ídolo del dios Pachacámac, tallado en madera. Viéndolo como cosa de idolatría, Hernando sacó la imagen y lo quemó, aprovechando la ocasión para adoctrinar a los indios en la fe cristiana.171​ La profanación conmovió a los nativos, quienes temieron una catástrofe como castigo; sin embargo, nada ocurrió.

Como encontró poco metal precioso en Pachacámac, en los siguientes días, Hernando mandó mensajeros a los curacazgos aledaños, ordenándoles que trajeran todo el oro posible. Llegaron cargamentos de distintas zonas, como de Chincha, Yauyos y Huarochirí. Los españoles reunieron un botín valorado en 90.000 pesos.172​ Según Cieza «es público entre los indios que los principales y los sacerdotes del templo [de Pachacámac] habían sacado [de este] más de 400 cargas de oro, lo cual no ha aparecido ni los indios que hoy son vivos saben donde está».167

El 26 de febrero de 1533, Hernando Pizarro partió de Pachacámac y se adentró en la sierra, rumbo a Jauja, pues se enteró que allí se encontraba el general atahualpista Chalcuchímac, con gente de guerra y más oro. Pasando por la meseta de Bombón y Tarma, Hernando llegó a Jauja, el 16 de marzo. Allí, Chalcuchímac lo recibió con grandes fiestas y comedimientos. Hernando, con astucia, convenció al general atahualpista para que lo acompañara con sus tropas a Cajamarca: "sería un deshonor que tan prestigioso general no visite a su majestad inca".173

La expedición de Hernando Pizarro regresó a Cajamarca el 14 de abril de 1533, trayendo «veintisiete cargas de oro y dos mil de plata», pero quizás lo más importante: traía como rehén al feroz Chalcuchímac, así como el conocimiento del vasto territorio en que se extendía el Tahuantinsuyo, al que pudo recorrer gracias a su maravilloso camino o Qhapaq Ñan.174

La misión al Cusco

Mientras tanto, el 21 de enero de 1533, ingresó a Cajamarca otro cargamento de oro y plata, traídos por un hermano de Atahualpa. Fueron «trescientas cargas de oro y plata en cántaros y ollas grandes y otras diversas piezas».

Francisco Pizarro, desde Cajamarca, comisionó a un orejón o noble incaico (posiblemente un hermano de Atahualpa), junto con los españoles Pedro Martín de Moguer, Martín Bueno y Juan de Zárate (que se ofrecieron de voluntarios), para que viajaran hacia el Cuzco. Su misión era apresurar el envío del oro y plata, tomar posesión de la capital del Imperio e informarse de su situación.175176

Cuzco en una lámina de Civitates orbis terrarum (segunda mitad del siglo xvi).

Los comisionados salieron de Cajamarca el 15 de febrero de 1533, acompañados de negros esclavos y cientos de indios aliados. Los españoles iban en hamacas cargadas por muchos indios y con la confianza que les inspiraba la compañía del noble incaico, que garantizaba el respeto de los nativos hacia sus personas.177

Los tres españoles llegaron a Jauja, continuando a Vilcashuamán, y finalmente, tras dos semanas de viaje, avistaron la gran ciudad del Cuzco, de la que sin duda quedaron impresionados. Fueron los primeros europeos en ver la capital de los incas. Allí se hallaba acantonado el general atahualpista Quizquiz, con tropas quiteñas que sumaban unos 30 000 hombres. Este acogió amigablemente a los españoles, pues iban acompañados del orejón o noble inca, por lo que les dejó en plena libertad de actuar. Los españoles procedieron a saquear la ciudad todo lo que pudieron, llegando a deschapar las planchas de oro del templo de Coricancha. Al descubrir el acllahuasi o casa de las vírgenes del sol, se dedicaron a violar a las doncellas.178

Los tres españoles retornaron a Cajamarca llevando unas 600 arrobas de oro, no pudiendo llevar el cargamento de plata, por ser excesivo, dejándolo al cuidado de Quizquiz, que prometió guardarlo hasta la llegada de Francisco Pizarro. Uno de esos españoles, Juan de Zárate, que era escribano, informó a Pizarro que «se había tomado posesión en nombre de su majestad en aquella ciudad del Cuzco», entre otras cosas, como el número y descripción de las ciudades existentes entre Cajamarca y el Cuzco, de la cantidad de oro y plata recogidas. Un dato importante que informaron a Pizarro fue la presencia en el Cuzco del general Quízquiz con «treinta mil hombres de guarnición.» (marzo de 1533).179

La muerte de Huáscar

Grabado que representa la muerte del inca Huáscar, arrojado a un río desde un precipicio, por orden de su hermano Atahualpa (en Historia de la conquista del Perú, de William Prescott, edición en español. 1851).

Atahualpa, en su prisión, se mostraba desenvuelto, alegre y conversador con los españoles, aunque sin perder nunca su solemnidad de gran monarca. Sus captores le permitieron tener todas las comodidades, siendo atendido por sus servidores y sus mujeres. Demostraba tener una inteligencia superior. Los españoles le enseñaron a jugar ajedrez y a los dados.180

Atahualpa recibía todas las noches la visita de Francisco Pizarro. Ambos cenaban y conversaban a través de un intérprete. En una de esas conversaciones, el español se enteró que Huáscar, el hermano y rival de Atahualpa, estaba vivo y prisionero de los atahualpistas, en las cercanías del Cusco. Pizarro hizo prometer a Atahualpa que no mataría a su propio hermano y que lo trajese a Cajamarca sano y salvo.181

En efecto, Huáscar fue trasladado con dirección a Cajamarca, a través de los caminos de la cordillera, con los hombros horadados con las cuerdas que arrastraban sus custodios. En algún momento Huáscar, ya enterado de la prisión de Atahualpa a manos de extrañas gentes, se enteró que aquel había ofrecido un enorme tesoro en oro y plata por su libertad. Se dice que en ese momento, Huáscar dijo en voz alta que él era el verdadero dueño de todos esos metales, y que se los entregaría a los españoles para salvarse y sería Atahualpa el que fuera muerto. Al parecer, ello llegó a oídos de Atahualpa, quien decidió entonces eliminar a Huáscar antes de que se encontrara con los españoles, enviando un mensajero con el encargo. Los atahualpistas cumplieron la misión: arrojaron a Huáscar desde un acantilado al río Andamarca (en la sierra de Áncash).182​ Asimismo, la mujer y la madre de Huáscar, que le acompañaban en su cautiverio, fueron asesinadas. Ello debió ocurrir por el mes de febrero de 1533.183

La llegada de Almagro

El 25 de marzo de 1533, poco antes del retorno de Hernando Pizarro de Pachacámac, arribó Diego de Almagro a Cajamarca. Traía 120 hombres de Tierra Firme y 84 caballos, más los 30 soldados procedentes de Nicaragua que se le sumaron en la bahía de San Mateo. En total, 150 hombres. Entre ellos estaban el tesorero Alonso de Riquelme, y dos de los Trece de la Fama, Nicolás de Ribera el viejo y Martín de Paz. También estaban Nicolás de HerediaJuan de Saavedra, entre otros.184

Almagro y sus hombres quedaron completamente decepcionados al enterarse de que no les correspondía nada del fabuloso rescate del Sapa Inca, pues habían llegado muy tarde. Sin embargo, se tranquilizaron en algo al saber que, en adelante, todo lo recaudado se repartiría entre todos. Pero para que ello pudiera ser viable debía morir el Inca.185​ Fue por eso que Almagro fue uno de los que más instigó la ejecución de Atahualpa, contra la opinión de los hermanos Francisco y Hernando Pizarro, en especial de este último, quien trabó amistad con el Inca cautivo.

La fundición del oro y la plata

Grabado de Theodor de Bry, siglo XVI, que representa el acarreo de oro y plata para el rescate del inca Atahualpa en Cajamarca.

Mientras tanto, seguían llegando a Cajamarca los cargamentos de metales preciosos. El 28 de marzo de 1533 entró un envío de oro y plata procedente de Jauja, que traía «ciento siete cargas de oro y siete de plata.»

Pizarro y los suyos, ansiosos por repartirse el rescate, no esperaron a que se llenaran las habitaciones y dispusieron el inicio de la tarea del reparto. El 13 de mayo de 1533, se empezaron a fundir las piezas de oro y plata, labor que realizaron metalistas indígenas, de acuerdo con su método. Los tomó un mes entero en realizar la labor.186​ Comúnmente se fundían cada día cincuenta o sesenta mil pesos. No entró en la fundición el trono o sitial que el Inca usaba cuando entró en andas en la plaza de Cajamarca, el cual era una pieza de gran valor, pues era oro de 11 kilates y pesaba 83 kilos. Esta pieza quedó en poder de Francisco Pizarro.187

El reparto del tesoro

El 17 de junio de 1533, culminada la fundición, Francisco Pizarro ordenó por bando el reparto del botín. Al día siguiente presidió dicho reparto.188​ La suma total del oro alcanzó «un millón y trescientos veintiséis mil quinientos treinta y nueve pesos de oro» (1.326.539 pesos de oro). El total de plata fundida se valorizó en «cincuenta y un mil seiscientos diez marcos.» (51.610 marcos de plata). Para dar una idea de la magnitud del valor del oro, Prescott dice que «teniendo presente el mayor valor de la moneda en el siglo XVI, vendría a equivaler en el actual (siglo XIX) a cerca de tres millones y medio de libras esterlinas o poco menos de quince millones y medio de duros… La historia no ofrece ejemplos de semejante botín, todo en metal precioso y reducible como era a dinero constante.»189n 3

Luego de pagar los derechos del fundidor español (1% del total, que da 13.421 pesos), se separó el quinto real para la Corona española, que fue de 262.259 pesos de oro de alta pureza. En cuanto a la plata, a la Corona le tocó 10.121 marcos.

Pizarro, según su criterio, premió a unos con más y a otros les quitó algo. A continuación, reseñamos algunos datos tomados del acta de repartición del rescate de Atahualpa levantada por el escribano Pedro Sánchez de la Hoz. Para el obispado de Tumbes se separó 2220 pesos de oro y 90 marcos de plata. A Pizarro, el Gobernador, se le otorgaron 57.220 pesos de oro y 2350 marcos de plata. A Hernando Pizarro le correspondió 31.080 pesos y 1267 marcos; a Hernando de Soto, 1.740 pesos y 724 marcos; a Juan Pizarro, 11.100 pesos y 407,2 marcos; a Pedro de Candía, 9.909 pesos y 407,2 marcos; a Sebastián de Benalcázar, 9.909 pesos y 407.2 marcos… Los de a caballo recibieron en total 610.131 pesos de oro y 25.798,60 marcos de plata, lo que da un promedio individual de 8880 pesos de oro y 362 marcos de plata. Los de infantería recibieron en total 360.994 pesos de oro y 15.061,70 marcos de plata, lo que da un promedio individual de 4.440 pesos de oro y 181 marcos de plata. Algunos más o algunos menos; se trata solo de promedios.190

También se entregó unos 15.000 pesos de oro a los vecinos que quedaron en San Miguel. A pesar de que a Diego de Almagro y su hueste no le correspondía nada del rescate, Pizarro quiso mostrarse algo generoso y les otorgó 20.000 pesos de oro para que se repartieran entre todos ellos (150 hombres), es decir, a cada uno les correspondió muchísimo menos que a los caballeros e infantes que intervinieron directamente en la captura de Atahualpa (si tenemos en cuenta que a cada uno de estos se les dio una cifra que va de 4.000 a 8.000 pesos).190​ Almagro había pedido que a él y a sus compañeros les tocase la mitad que a los de Cajamarca. Como no se pusieron de acuerdo, fue otro motivo para que ambos socios se distanciasen más, arrastrando en sus diferencias a los soldados que estaban bajo el mando de cada uno de ellos.

Pablo Macera nos da cifras calculando el peso del oro y la plata en kilogramos: «El Rescate de Atahualpa consistió en 6,087 kilogramos de oro y 11,793 kilogramos de plata. A cada soldado a caballo le tocaba 40 kilogramos de oro y 80 kilogramos de plata. A los peones, la mitad. A los soldados con perros más que a los peones. A Pizarro 7 veces lo que a un jinete de caballo, además del trono de Atahualpa que pesaba 83 kilogramos de oro. Los sacerdotes recibieron la mitad de un peón.»

Lámina gruesa de oro que revestía un muro inca. Museo del oro. Lima-Perú.

Muchos españoles decidieron entonces retornar a España, con miras a disfrutar en su patria de las riquezas que habían conseguido; y así fue que unos treinta de los que participaron en la captura del Inca, colmados de oro y plata, arribaron a principios de 1535 a Sevilla. Sin embargo, no habían podido enterarse que, por orden de Carlos I, todos sus bienes les serían confiscados apenas al desembarcar, ya que el emperador estaba reuniendo fondos para costear sus empresas de conquista en el norte de África.191​Dice el cronista Jerez, uno de los que abandonó la conquista, que era tanta la abundancia de dinero que hizo que aumentara enormemente el valor de las cosas. Se ha dicho que fue la primera inflación de la historia del Perú.n 4​ Este fenómeno se produjo también en España, cuando llegaron a Sevilla los tesoros procedentes del Perú.187

Los conquistadores pudieron hacer todo ello gracias a la cooperación prestada por los indígenas y a la tranquilidad que reinaba en el Imperio. Nada turbó la paz de los españoles: ninguno de los generales de Atahualpa, ni Rumiñahui en el norte, ni Chalcuchímac en el centro, ni Quizquiz en el sur, movilizaron sus ejércitos, posiblemente en acatamiento de lo ordenado por el Sapa Inca que esperaba confiado su libertad. Ya vimos que incluso Chalcuchímac fue traído a Cajamarca por Hernando Pizarro, donde quedó vigilado;192​ incluso, fue torturado con fuego para que revelara el lugar donde ocultaba el tesoro del rescate proveniente del Cusco. El general atahualpista se limitó a responder que todo el oro lo guardaba Quizquiz en dicha ciudad. Sufrió quemaduras en las piernas y quedó bajo la custodia de Hernando Pizarro.193

Viaje de Hernando Pizarro a España

El 12 de junio de 1533, Hernando Pizarro partió de Cajamarca, rumbo a España, comisionado para llevar lo que hasta ese día se había separado del Quinto Real.194​ Francisco Pizarro se deshacía así de uno de los más fervorosos defensores de la vida del Inca; evidentemente planeaba acabar ya con el problema que significaba la prisión de Atahualpa.195n 5​Hernando llegó a San Miguel de Tangarará; ahí embarcó rumbo a Panamá. Cruzando el istmo, se embarcó nuevamente, rumbo a Sevilla, España. La primera de las cuatro naos, llegó a Sevilla, el 5 de diciembre de 1533, con los españoles Cristóbal de Mena y Juan de Sosa (misionero de la Orden de La Merced); el oro y la plata que se desembarcó de dicha nao, ascendía a 38.946 pesos. El 4 de enero de 1534, arribó y ancló en Sevilla la nao Santa María del Campo, en donde estaba embarcado Hernando Pizarro.

Desembarcó con 153.000 pesos de oro y 5.048 marcos de plata. Todo lo traído de Perú, fue depositado en la Casa de Contratación de Sevilla; de ahí fue trasladado al aposento del rey de España. Finalmente, el 3 de junio de 1534, llegaron las otras dos naos, en donde estaban embarcados Francisco de Jerez, primer secretario del gobernador Francisco Pizarro y Francisco Rodríguez, en una y otra nao; se desembarcó de estas naos, 146.518 pesos de oro y 30.511 marcos de plata. Villanueva dice que el total desembarcado por las cuatro naos «… fue valorizado en 708.580 pesos. El peso y el castellano eran monedas equivalentes; pero cada uno era igual a 450 maravedíes. Sólo el oro fundido (convertido en barras y otros pedazos) se valorizó en 318.861.000 maravedíes. La plata fundida valió 180.307.680 maravedíes».

El proceso de Atahualpa

Grabado de Guamán Poma de Ayala, que representa a Atahualpa prisionero y custodiado por un soldado español.

Uno de los acontecimientos de la conquista del Perú del cual se carece de documentación fidedigna es el proceso que se le siguió al Inca Atahualpa. Todo indica que Pizarro nunca tuvo la intención de dejar libre al Sapa Inca. Cuando terminó el reparto del rescate, la situación de los españoles en Cajamarca se tornó espinosa para Pizarro. Especialmente por la gente que había llegado con Almagro, que estaban ansiosos por entrar en acción y marchar al sur, hacia los territorios aún desconocidos.196

El carácter del Inca y su digno comportamiento, hicieron que muchos de los capitanes de Pizarro tomaran partido por su persona. De entre ellos sobresalen Hernando de Soto y Hernando Pizarro, que se opusieron tenazmente a la muerte del Atahualpa. En especial, se resalta la amistad que trabó Hernando Pizarro con el Inca. En cuanto a Soto, se dice que quería que Atahualpa fuera llevado a España. Pero otros, los más, deseaban la eliminación del Inca, entre los que se contaban Almagro y los suyos (quienes querían de una vez salir de Cajamarca y continuar con la conquista), el cura Valverde (que se escandalizaba por los “pecados” del Inca), el tesorero Riquelme y otros más.197

También es de mencionar el papel desempeñado por el intérprete Felipillo, que puso sus ojos en una de las jóvenes prometidas de Atahualpa, Cuxirimay Ocllo,n 6​ lo que le atrajo la ira del Sapa Inca. Tuvo que intervenir el mismo Pizarro para obligar a Felipillo a desistir de sus pretensiones. El intérprete se vengó del Inca transmitiendo noticias alarmantes a los españoles, fingiendo que aquel preparaba su fuga en connivencia con sus generales y planeaba la muerte de todos los cristianos.198

Francisco Pizarro utilizó una vez más la astucia, urdiendo todo un esquema para deshacerse de Atahualpa. Su hermano Hernando ya estaba lejos, comisionado para llevar el Quinto Real a España. Solo quedaba Hernando de Soto como único opositor prominente de la muerte del Inca. Pizarro, aprovechando las denuncias formuladas contra el Inca, en el sentido de que estaba en secretas connivencias con sus capitanes para atacar a los españoles por sorpresa, despachó a Hernando de Soto con una fuerte dotación hacia Huamachuco, a fin de comprobar y batir si era preciso a los indios que se hallaran en pie de guerra. Apartado así Soto, Pizarro hizo abrir un proceso al Inca con la finalidad de justificar la sentencia de muerte que le tenía reservada.199

El tribunal que juzgó a Atahualpa fue un consejo de guerra. Lo presidió el mismo Francisco Pizarro. Lo integraba un “doctor” (no identificado) y un escribano (posiblemente Pedro Sancho de la Hoz). También es probable que lo conformasen el tesorero Alonso de Riquelme, el alcalde mayor Juan de Porras, el fraile Vicente de Valverde y algunos capitanes como Diego de AlmagroPedro de CandíaJuan Pizarro y Cristóbal de Mena. También se nombraron un fiscal, un defensor del reo y se citaron diez testigos. El juicio fue sumario y se realizó en Cajamarca, iniciándose el 25 de julio de 1533, y culminando al amanecer siguiente.200​ Se dice que las respuestas del Inca, como las declaraciones de los testigos debieron ser amañadas y modificadas por el intérprete Felipillo, quien así remataba su venganza contra el Inca.201199

Vargas Ugarte dice que sobre el proceso, «no conocemos ni ha llegado a nuestras manos y por lo tanto, sobre el mismo no existen sino conjeturas». Agrega que las famosas preguntas del proceso mencionadas en la Historia General del Perú (Libro 1, capítulo 37) del Inca Garcilaso de la Vega, «o fueron un amaño del Inca Historiador, bastante propenso a tejer estas marañas, o bien, se las sugirió a él, o a alguno de los cronistas de entonces los partidos del Cuzco que, en el hermano de Huáscar no veían sino un usurpador sanguinario».199​ Sin embargo, el historiador Del Busto considera que esas preguntas bien pueden merecer alguna credibilidad.202​ Las preguntas que transcribe Garcilaso fueron las siguientes:

¿Qué mujeres había tenido Huayna Cápac? ¿Si Huáscar era hijo legítimo y Atahualpa bastardo? ¿Si Huayna Cápac había tenido otros hijos fuera de los citados? ¿Cómo había llegado Atahualpa a adueñarse del Imperio? ¿Fue Huáscar declarado heredero de su padre o lo destituyó éste? ¿Cuándo y cómo tuvo lugar la muerte de Huáscar? ¿Atahualpa forzaba a sus súbditos a sacrificar a sus dioses mujeres y niños? ¿Habían sido justas las guerras que movió Atahualpa, pereciendo en ellas mucha gente? ¿Habían derrochado las riquezas del Imperio? ¿Favoreció a sus parientes en estos derroches? ¿Hallándose preso, dio órdenes para que se diese muerte a los españoles?199

Atahualpa fue hallado culpable de idolatría, herejía, regicidio, fratricidio, traición, poligamia e incesto y fue condenado a morir quemado en la hoguera. La sentencia se dio el 26 de julio de 1533 y para ese mismo día se programó la ejecución de la misma. Atahualpa rechazó todas las acusaciones y solicitó hablar en privado con Pizarro, pero este se negó.203

La ejecución de Atahualpa

Ejecución de Atahualpa, según grabado del siglo XIX.

A las 7 de la noche Atahualpa fue sacado de su celda y llevado al centro de la plaza, donde se hallaba clavado un tronco. Allí, rodeado de los soldados españoles que portaban antorchas y del cura Valverde, fue puesto de espaldas al tronco y luego atado fuertemente, mientras que a sus pies eran arrimados leños. Un español se acercó con una tea encendida. Viendo que iba a ser quemado, Atahualpa entabló un diálogo con Valverde. Preocupado por el hecho de que su cuerpo fuera consumido por las llamas y no conservado como se estilaba entre los incas, aceptó la oferta que Valverde le hizo, es decir, bautizarse como cristiano para de esa manera cambiar la pena de hoguera por la del garrote (ahorcamiento); de esa manera su cuerpo sería enterrado.n 7​ Fue bautizado allí mismo y le pusieron de nombre Francisco (no Juan, como algunas versiones dicen). Luego se le enrolló una soga al cuello ajustándola al tronco, y aplicando un torniquete, se procedió a su estrangulamiento (26 de julio de 1533).204

Ha habido mucha discusión sobre la fecha de este acontecimiento. Prescott menciona el 29 de agosto como la fecha de la ejecución del Inca.205​ Pero María Rostworowski la considera errónea:

«…parece lógico suponer que la muerte del Atahualpa ocurriera después del 8 de junio y antes del 29 de julio de 1533. Los españoles se quedaron aún unos días en Cajamarca preparando la partida que tuvo lugar hacia mediados de agosto. El día 26 [de agosto] ya estaban en Andamarca y el dos de septiembre en Huaylas. Es importante aclarar la fecha de la muerte de Atahualpa y rectificar que no tuvo lugar el 29 de agosto como ha sido sugerido sin fundamento alguno».206

Fue el historiador peruano Rafael Loredo quien fijó la fecha en el 26 de julio, basándose en un documento que halló en el Archivo de Indias de Sevilla en 1954,207​ donde se dice lo siguiente:

“Y en dicho pueblo de Caxamalca en treinta y un días del dicho mes de julio en presencia de los dichos oficiales de S.M. manifestó Francisco Pizarro mil ciento ochenta y cinco pesos en piezas labradas de indios que dijo que se le había dado el cacique Atahualpa y manifestóles después de la muerte de dicho Atahualpa cinco días”.

Lo que, haciendo cuentas, nos da la fecha de 26 de julio de 1533. El historiador Del Busto apoya esta fecha.207

Los funerales de Atahualpa, pintura de Luis Montero que representa a Atahualpa muerto.

Muerto Atahualpa, terminó la dinastía de los Incas, que gobernaron el Imperio más grande de la América precolombina (aunque Atahualpa no fuera reconocido por las panacas reales cusqueñas, los españoles si lo consideraron Sapa Inca). Para guardar las apariencias, y tener un seguro hasta la toma del Cuzco, Francisco Pizarro, decidió nombrar otro Inca, título que recayó en otro de los hijos del inca Huayna Cápac: Túpac Hualpa, que los cronistas españoles nombran como Toparpa, un gobernante títere, que reconoció vasallaje al rey de España.

Empieza la marcha al Cusco

A pesar de tener casi dominado el norte del Imperio incaico, de tener de rehenes a varios curacas y haber asesinado al Inca y contar con el apoyo de muchos indios huascaristas y de las diversas etnias o naciones esperanzadas en ser liberadas del yugo inca, los españoles aún no habían consolidado la conquista. Sabían los españoles que el camino que iba al Cuzco, la capital del Tahuantinsuyo, estaba amenazado por las tropas atahualpistas, cuyo caudillo era Quizquiz.

Pizarro decidió partir de Cajamarca, rumbo al sur, con dirección al Cuzco. Previamente, envió una comitiva de 10 soldados a San Miguel con la finalidad que esperasen en ese lugar al primer navío procedente de Panamá o de Nicaragua. Con lo desembarcado, deberían reunirse con él en el trayecto.

Retrato de Francisco Pizarro, como Gobernador de la Nueva Castilla posteriormente llamada Perú o Pirú, óleo de Daniel Hernández.

La hueste española salió de Cajamarca el lunes 11 de agosto de 1533, muy de mañana. Eran aproximadamente 400 españoles y un número desconocido pero grande de guerreros indios aliados de los españoles, así como cargueros nativos, mayormente indios cajamarcas, que transportaban el oro y la plata. Iba también, como prisionero, el general atahualpista Chalcuchímac, todavía con las secuelas de las torturas que había sufrido en Cajamarca, pero que aún era temido por su calidad de caudillo militar.

En la vanguardia iba Túpac Hualpa o Toparpa, el Sapa Inca coronado por los españoles, acompañado por un gran séquito de cortesanos, todos alegres porque iban a recuperar el Cuzco. Detrás avanzaban los infantes españoles, luego seguían los cargueros indios, vigilados por los negros esclavos y los indios nicaraguas; al final iban los jinetes españoles.208

En el primer día de viaje, luego de avanzar algunas leguas, acamparon cerca del río Cajamarca. Fue allí donde se enteraron de la muerte de Huari Tito, hermano de Túpac Hualpa, quien había salido a verificar el buen estado de los puentes y caminos. Los autores del crimen fueron los atahualpistas.209

Llegaron a Cajabamba el 14 de agosto y a Huamachuco el 17 de agosto. Esta última era una ciudad de piedra, cuyo trazo recordaba a Cajamarca; se trataba de la capital de un gran señorío y centro religioso donde se rendía culto al dios Catequil. Aún se recordaba la profanación cometida tiempo atrás por Atahualpa, que había derribado el ídolo y asesinado a su anciano sacerdote; por ellos, los huamachucos eran huascaristas y recibieron a los españoles como libertadores.210​ Luego de reponer fuerzas por dos días, Pizarro continuó la marcha al sur, enviando previamente una avanzada al mando de Diego de Almagro. Ambos se encuentran en Huaylas, el 31 de agosto de 1533, donde descansaron una semana.211

Grabado de Guamán Poma de Ayala, que representa a Diego de Almagro en lado izquierdo y a Francisco Pizarro en el derecho.

El 8 de septiembre, los españoles continuaron la marcha al sur a través del llamado callejón de Huaylas. Pasaron por AndamarcaCorongoYungayHuaraz y Recuay.

El 1 de octubre los españoles llegaron a Cajatambo. Ahí, Pizarro reforzó su vanguardia y retaguardia, ante el temor de levantamientos y ataques de los naturales, preocupándole el hecho de que los pueblos por donde pasaban siempre estaban abandonados.

El 2 de octubre los españoles partieron de Cajatambo, llegando al día siguiente a Oyón, a 4.890 msnm. El 4 de octubre continuaron la marcha, virando hacia el camino que cruza la cordillera de Huayhuash. Avistaron la laguna de Chinchaycocha, bordeándola por su lado occidental y avistaron el río Mantaro.212​ En el camino, Francisco Pizarro se enteró, por informantes, que los generales atahualpistas Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay, venían reclutando gente de guerra en Bombón (Pumpu); y que conocían los movimientos de los españoles por noticias enviadas por Chalcuchímac. Pizarro ordenó entonces que se vigilara rigurosamente a este.213​ El cronista Sancho de la Hoz, dice que el motivo de los atahualpistas era que «querían guerra con los cristianos, porque veían la tierra ganada por los españoles y querían gobernarla ellos».

Los españoles prosiguieron a Bombón, pueblo que ocuparon el 7 de octubre. Pizarro redobló la vigilancia, pues temió un ataque de los atahualpistas. Por la noche se enteró que a cinco leguas de Jauja se habían reunido los quiteños y otros indios de guerra, cuyo plan era replegarse al Cuzco y unirse a Quizquiz, no sin antes dejar arrasada toda la localidad jaujina para que los españoles no encontraran nada para aprovisionarse. Pizarro no quiso perder tiempo y se adelantó rumbo a Jauja (9 de octubre). Llevaba a Chalcuchímac encadenado, tal vez con el propósito de usarlo como rehén.213

Los españoles llegaron a Chacamarca, donde hallaron 70.000 pesos en oro, parte del rescate de Atahualpa, que se había quedado allí tras la muerte del Inca. Pizarro dejó el oro al cuidado de dos jinetes y continuó su marcha. Todo el paisaje era silencioso. No se veían ni espías. Al atardecer del 10 de octubre los españoles arribaron a Tarma, sin encontrar resistencia. Allí pasaron la noche, padeciendo hambre, sed, lluvia y granizo. Al amanecer reemprendieron la marcha hacia Jauja.214

Batalla de Jauja o Huaripampa

A dos leguas de Jauja, Pizarro dividió su ejército. Ya cerca, se dio cuenta de que el pueblo estaba íntegro; más aún, tuvieron un recibimiento cordial de parte de los indígenas, «celebrando su venida, porque con ella pensaban que saldrían de la esclavitud en que les tenía gente extranjera». El valle de Jauja era tan hermoso, que los españoles no pudieron reprimir su admiración.215

Pero Pizarro no solo encontró en Jauja a gente amistosa, sino también a las tropas atahualpistas de los generales Yurac Huallpa e Ihua Paru, en pie de guerra. El enfrentamiento resultó una atroz matanza de indios; los españoles y los indios auxiliares, emboscaron a las tropas atahualpistas, haciendo una gran matanza. Los mismos lugareños, enemigos de los quiteños, ayudaron a los españoles a exterminar a estos, indicándoles donde se escondían. A este encuentro bélico se le conoce como la batalla de Jauja o de Huaripampa.216

Esas tropas quiteñas habían sido enviadas por los generales Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay, que se encontraban con el grueso de su ejército a 6 leguas de Jauja y en permanente contacto con el ejército de Quizquiz, que se hallaba acantonado en el Cusco. Enterado Francisco Pizarro, envió a un grupo de sus soldados para hacerles frente, más los atahualpistas los hicieron retroceder. Pizarro, ante esto, pretendió atacarlos por sorpresa; pero fue engañado y cuando quiso continuar hacia el Cusco, se dio cuenta de que los puentes estratégicos habían sido cortados.

Muerte de Túpac Hualpa

En Jauja murió misteriosamente Túpac Hualpa. Se dice que ya se hallaba enfermo desde la partida de Cajamarca y que en Jauja empeoró: de pronto perdió el conocimiento y cayó desvanecido. El rumor que corrió fue que Chalcuchímac lo había envenenado, dándole un bebebizo de acción letal retardada en Cajamarca. Pero por lo pronto Pizarro obvió esta sospecha y convocó a Chalcuchímac y otros nobles incas colaboracionistas que viajaban con él, para que propusieran un nuevo Sapa Inca. En esta reunión y frente al enemigo común, nuevamente se notaron las diferencias entre huascaristas y atahualpistas, lo que fue explotado hábilmente por Francisco Pizarro. Chalcuchímac, propuso a Aticoc, hijo quiteño de Atahualpa, mientras que los nobles cuzqueños propusieron a un hermano del Sapa Inca muerto, pero de origen cuzqueño. Como estaban cerca del Cusco, Pizarro, hábilmente, se decidió por el Inca de origen cuzqueño.

Mientras los nobles incas buscaban a ese Sapa Inca cusqueño, Pizarro enviaba expediciones a la costa, con la finalidad de encontrar lugares idóneos para instalar puertos marítimos, y esperando los resultados, se quedó en Jauja. Entre tanto, envió otra tropilla con rumbo al Cusco, a fin de que fueran reponiendo los puentes que estuvieran cortados.

Asentamiento español en Jauja

Pizarro se percató que se había alejado mucho de San Miguel de Tangarará, la primera ciudad que fundara en el Perú, sin dejar en el camino acantonamientos para conservar lo ganado. Atraído por la comarca en que ahora se hallaba, que era abundante de mantenimientos y muy poblada de nativos amistosos (los huancas), decidió hacer en ella la segunda población de españoles. Fue en ese entonces cuando se originó la frase “país de Jauja”, para indicar un lugar pródigo en riquezas. Se entiende que los huancas se mostraran demasiado serviciales con los españoles, pues los vieron como aliados para luchar contra los incas, sus jurados enemigos.

Pizarro informó a su gente de su proyecto, recibiendo buena acogida. Unos ochenta españoles pidieron ser admitidos como vecinos y se ofrecieron a guardar el oro y la plata de sus compañeros, mientras estos continuaban su marcha al Cusco. Se empezaban a realizar los preparativos para la fundación, cuando Pizarro recibió noticias alarmantes de parte de sus aliados huancas: los atahualpistas asolaban los campos, destruían sus cosechas y cada vez eran más numerosos. De modo que pospuso la fundación y decidió continuar la marcha.

Dejando una pequeña guarnición al mando del tesorero Alonso de Riquelme, Pizarro partió con el resto de su ejército, continuado el viaje al Cusco. Era el 27 de octubre de 1533; había permanecido 15 días en Jauja. El capitán Hernando de Soto se le había adelantado, al mando de una avanzada de jinetes.217

Batalla de Vilcas o Vilcashuamán

Catedral de Vilcashuamán elevada sobre un antiguo Templo del Sol incaico.

Los españoles, en su viaje por todo el valle del Mantaro, continuaron recibiendo el apoyo de los huancas, alianza que sería de vital importancia para la conquista. Llegaron al pueblo de Panarai (Paucaray) el 30 de octubre de 1533, encontrándolo destruido, aunque pudieron hallar algo de comida. Continuando el viaje, el 31 de octubre de 1533 llegaron al pueblo de Tarcos (Parcos), donde los recibió un cacique que les agasajó con comida y bebida, y les informó acerca del paso de Hernando de Soto, que se preparaba para luchar contra los atahualpistas atrincherados en las cercanías. Continuando la marcha, Pizarro llegó a un pueblo semidestruido (posiblemente el actual Tambillo de Illahuasi), donde recibió una carta de Hernando de Soto, que le refería el combate que sostuvo en Vilcas, cinco leguas más adelante. Era el 3 de noviembre.218

Efectivamente, Hernando de Soto, que iba de avanzada con un grupo de jinetes españoles y un nutrido ejército de indios jaujas y huancas aliados, había llegado a Vilcas (hoy Vilcashuamán), sede de una imponente ciudadela incaica, guarnecida por los soldados atahualpistas al mando de Apo Maila, pero que en ese momento se hallaban en el campo, dedicados a un gran chaku o cacería. Solo se hallaban en Vilcas las mujeres, que fueron tomadas cautivas por Soto. Enterado Apo Maila de la presencia de los españoles, retornó apresuradamente a defender la fortaleza. Se trabó entonces un recio combate, entre el 27 y 28 de octubre de 1533. Los españoles y sus aliados indígenas se vieron rodeados por fuerzas numerosas, pero pudieron resistir firmemente. Apo Maila cayó en la lucha y sus tropas, desmoralizadas, se retiraron, perseguidos por los jinetes españoles. No obstante, las fuerzas quiteñas se rehicieron y contraatacaron. Para apaciguar a los sitiadores, Soto entabló negociaciones y entregó a las mujeres que había capturado en la ciudadela. Poco después, Quizquiz ordenó a sus tropas retirarse más al sur, ya que el grueso de las tropas españolas, con Pizarro a la cabeza, se acercaba a Vilcas. Los españoles tuvieron varios heridos y un caballo muerto.219

Algo que también contribuyó a debilitar los ataques de los atahualpistas, en este tramo del viaje hacia el Cusco, fue el hecho que tuvieran los españoles como rehén al general Chalcuchímac, hombre muy querido por sus tropas. Temían la represalia de Pizarro y la muerte del valiente general atahualpista.

Continúa la marcha española

El Qhapaq Ñan (red vial del Tahuantinsuyo) fue uno de los factores que facilitó la conquista española.

Pizarro llegó a Vilcas el 4 de noviembre y se cercioró que Soto había partido de allí hacía dos días. Al día siguiente, Pizarro prosiguió la marcha. A la altura de Curamba notó que había galgas o piedras grandes acomodadas en lo alto de los cerros, con claro propósito bélico, lo que le dio un mal presentimiento. Temiendo que Soto hubiera sido atacado nuevamente, envió a Diego de Almagro en su auxilio, con treinta jinetes.220

El 6 de noviembre, Pizarro entró en Andahuaylas (Andabailla, para los españoles), sin ser molestado, donde pasó la noche. Al día siguiente continuaron hasta Airamba, en donde encontraron dos caballos muertos, lo que preocupó a Pizarro sobre la suerte de Hernando de Soto y su gente. Pero enseguida recibió otra carta de Soto, donde este le informaba que se encontraba en el camino al Cusco, que estaba bloqueado, pero que no había tropas indias enemigas y que los caballos habían muerto de «tanto calentarse y enfriarse». No mencionaba a Almagro, señal que no se habían encontrado todavía.221

Abandonando Andahuaylas, Pizarro continuó su viaje pasando por Curahuasi y estando cerca de un gran río (el Apurímac), recibió una tercera carta de Soto, con la noticia de que se hallaba acorralado en Vilcaconga por un crecido número de indios guerreros. La carta se interrumpía bruscamente y el mensajero indio no supo dar noticia de lo que había ocurrido con posteridad, pues salió a traer el mensaje muy entrada la noche. Esto hizo temer a Pizarro que Soto y su tropa habían sido ya exterminados.221

Batalla de Vilcaconga

Grabado que representa a la hueste española de Pizarro viajando por la agreste cordillera de los Andes.

Lo que había pasado era que Hernando de Soto y su gente quisieron adelantarse en llegar al Cusco, para apoderarse de sus riquezas y no compartir con el resto de los españoles. Pero luego de vadear un río, al que había cortado los puentes, se encontró con tropas atahualpistas, que le trabaron batalla en la empinada cuesta de Vilcaconga (8 de noviembre de 1533). Estas tropas pertenecían al ejército de Quizquiz, y tenían como aliados a los indios tarmas; su jefe era Yurac Huallpa.222​ Los tarmas estaban aliados con Quizquiz debido a que anteriormente habían sufrido una grave afrenta de parte de Soto: sus embajadores a los que enviaron para solicitar alianza con los españoles fueron mutilados, pues Soto no confió en ellos y temió un engaño.223224

Los atahualpistas se habían dado cuenta de que ya los españoles estaban cansados, de igual manera que sus caballos y perros, por lo que, de propia voluntad, a veces sin órdenes de Quizquiz, atacaban a los españoles. Eso fue lo que pasó luego del vadeo del río, al subir la cuesta, fueron atacados por los quiteños, que presionaron con tanta fuerza que mataron a cinco jinetes españoles. «A cinco cristianos cuyos caballos no pudieron subir a lo alto, cargó tanto la muchedumbre, que a dos de ellos les fue imposible apearse y los mataron encima de sus caballos…»; «les abrieron a todos la cabeza por medio, con sus hachas y porras». Los cinco españoles muertos eran: Hernando de Toro (de Trujillo); Francisco Martín, el narigudo; el sastre Rodas; el vasco Gaspar de Marquina y Miguel Ruiz.225

Luego de este ataque, los atahualpistas se fueron a una colina cercana, esperando el enfrentamiento franco, «casi concertado, esperando siempre un arreglo amistoso», costumbre de la guerra andina; mientras que Hernando de Soto recurría al engaño, al fingir que se refugiaba en un llano, aparentando huir, mientras que una parte de la tropa imperial, los perseguía a hondazos, hasta que una vez que los hubieron alejado lo suficiente del grueso de las tropas quiteñas, sobreparó la caballería y arremetió contra ellos, aniquilándolos. Cuando el grueso del ejército atahualpista vio esto, se retiró, pero acamparon muy cerca los dos ejércitos, que se oían las voces.

La llegada inesperada de Diego de Almagro, con 40 a caballo, anunciada por la trompeta de Pedro de Alconchel, hizo que los indios se retiraran, sin presentar batalla. Esa es la versión española; según la versión de Titu Cusi Yupanqui, Quizquiz ordenó la retirada, porque fue informado de que Manco Inca, el noble inca del bando cuzqueño o huascarista (es decir, enemigo de los atahualpistas), marchaba contra él a combatirlo, lo que comprometía seriamente su retaguardia. Manco Inca guardaba también el propósito de aliarse con los españoles, y justamente iba ya al encuentro de estos.226

Superada la adversidad, Hernando de Soto y Diego de Almagro continuaron juntos el viaje hacia el Cuzco, cuando fueron informados de la presencia de una tropa enviada por Quizquiz, por lo que optaron por atrincherarse en un pueblo, en donde esperaron a Francisco Pizarro.

Muerte de Chalcuchímac

El capitán Chalcuchímac luchando contra las etnias del norte, según un dibujo de Guaman Poma.

Conocedor de los ataques que había sufrido su avanzada encabezada por Soto, Francisco Pizarro sospechó que todos sus movimientos eran espiados y que Chalcuchímac era el que enviaba dichos informes a las tropas atahualpistas. Continuando el camino y estando ya cerca del Cuzco, Diego de Almagro se presentó en el campamento de Pizarro y continuaron hasta donde se encontraba Hernando de Soto. Unidos así, siguieron ese mismo día a Jaquijahuana (Sacsahuana), donde acamparon (12 de noviembre de 1533).223

En el trayecto, ocurrió un hecho de mucha trascendencia: los belicosos cañaris, con su caudillo Chilche, ofrecieron su apoyo a los españoles, quienes gustosos aceptaron. Esta etnia, procedente del actual territorio de Ecuador, habían formado parte de las huestes de Quizquiz, pero debido a un desacuerdo con este jefe, se plegaron en masa a los españoles.227

Diego de Almagro y Hernando de Soto, convencieron a Francisco Pizarro, de que los ataques de los atahualpistas en Vilcashuamán y en Vilcaconga eran producto de la «infidencia de Chalcuchímac», pues de otro modo no se entendía que el enemigo conociera el movimiento de los españoles al detalle. Pizarro sabía que, en realidad, había sido la indisciplina de Soto la que había propiciado la muerte de los españoles en Vilcaconga, al querer adelantarse a tomar el Cusco, pero disimuló, pues Soto era jefe de una numerosa hueste y no convenía en esos instantes crear divisionismo entre ellos.228229

Los jefes españoles acordaron condenar a Chalcuchímac a morir en la hoguera. Por intermedio de un intérprete, el cura Valverde trató de persuadir al capitán incaico a que se hiciera cristiano, diciéndole que los que se bautizaban y creían en Jesucristo iban a la gloria del paraíso, y los que no creían en él, iban al infierno. Mas Chalcuchímac se negó a ser cristiano, diciendo que no sabía qué cosa fuese esa ley y comenzó a invocar a su dios Pachacámac para que, por intermedio del capitán Quizquiz, viniera a socorrerlo.230

Chalcuchímac murió quemado vivo en la plaza de Jaquijahuana, negándose en todo momento a bautizarse como cristiano (12 de noviembre de 1533). Un cronista asevera que «toda la gente de la tierra se alegró infinito de su muerte, porque era muy aborrecido de todos por conocer lo cruel que era». Pizarro prometió que atraparía y haría lo mismo con Quizquiz , el otro general atahualpista que continuaba en rebeldía.231​ Al día siguiente fue anunciada la visita de un príncipe quechua o cuzqueño al campamento español, lo cual tomó por sorpresa a Pizarro.232

Manco Inca se alía con los españoles

El 14 de noviembre de 1533, se presentó en el campamento de Francisco Pizarro, en Jaquijahuana, Manco Inca, hijo de Huayna Cápac, de ascendencia cuzqueña (es decir, del bando huascarista). Este personaje, llamado también Manco II, era uno de los hijos de Huayna Cápac con la coya imperial, nacido probablemente en 1515, de modo que era todavía muy joven. Había escapado de la matanza de nobles cuzqueños que los atahualpistas hicieron en el Cuzco, durante la guerra civil, y desde esa época había permanecido escondido. Ahora reaparecía, para ofrecer su apoyo a los españoles, en la guerra común que enfrentaban contra las tropas atahualpistas de Quizquiz. Pizarro aceptó gustoso esta alianza, y apresuró la marcha al Cusco, que según Manco, se hallaba amenazada de ser incendiada por los quiteños.233

Villanueva Sotomayor opina que los incas habían observado las costumbres de los españoles, y que fatalmente, no pudieron aprovechar las debilidades de los mismos, por las rivalidades, producto de la guerra civil que aún continuaba, a pesar de la presencia del verdadero invasor. Y lo gráfica muy bien, diciendo que Manco Inca, sabía muy bien que los españoles en día domingo, no comían carne roja y habiendo ido a pescar con unos indios la «comida de los españoles del día de guardar», recibió a un chasqui que le avisaba noticias del Cuzco. Regresó Manco Inca al campamento donde Francisco Pizarro para decirle: «… dice que Quízquiz con su gente de guerra va a quemar el Cusco y que está ya cerca, y he querido avisártelo para que pongas remedio».

Batalla de Anta

Las tropas de Quizquiz se enfrentaron al ejército combinado de Manco Inca y Pizarro. Pintura de Juan Bravo para la municipalidad del Cuzco.

La adhesión de Manco Inca a los españoles, adicionó más tropas cuzqueñas al lado de Francisco Pizarro; este inesperado apoyo, influyó en el ánimo del conquistador para entrar al Cuzco. Ya cerca de la ciudad imperial, se toparon con las huestes de Quizquiz, a las que presentaron batalla en Anta. Los atahualpistas atacaron y lograron matar a 3 caballos y a herir a muchos más; muchos españoles resultaron también heridos (se salvaban más que nada por estar protegidos con corazas y cascos de metal), y llegaron incluso a retroceder varios grupos de jinetes. Pero finalmente, viendo que era improbable ganar la batalla, los hombres de Quizquiz se retiraron; tampoco quisieron defender el Cuzco, pues vieron lo difícil que sería defender la ciudad imperial calle por calle.234​ Cansados de una larga campaña llevada tan lejos de su tierra, muchos de ellos querían solo volver a Quito.235

Toma y saqueo del Cusco

Restauración digital de lo que probablemente fue la ciudad del Cusco en la época incaica. Se puede apreciar en la imagen, la plaza central dividida por el río Saphy en dos sectores, la Huacaypata (lugar del llanto) y la Cusipata (lugar del regocijo).

Sin obstáculos, Pizarro entró al Cusco, junto con Manco Inca, la hueste española y los aliados incas (huascaristas o cusqueños).

«De este modo entró el Gobernador con su gente en aquella gran ciudad del Cusco sin otra resistencia ni batalla, el viernes a la hora de misa mayor, a quince días del mes de noviembre del año del Nacimiento de Nuestro Salvador y Redentor Jesucristo MDXXXIII [año 1533].»
Representación de las cuatro divisiones del Imperio incaico (o Tahuantinsuyu), que partían del Cuzco, la ciudad capital con forma de puma.

No hay duda que en el Cuzco era la ciudad principal de todo el Tahuantinsuyo. Al ser tomada por los españoles, mermó significativamente la resistencia nativa, no sólo porque allí se encontraba toda la organización del imperio, sino por el significado que tenía para los ejércitos incas ver su capital tomada y dominada por los españoles.

Hay en dicha ciudad otros muchos aposentos y grandezas; pasan por ambos lados dos ríos que nacen una legua (5,5 kilómetros) más arriba del y desde allí hasta que llegan a la ciudad y dos leguas (11 kilómetros) más abajo, todos van enlosados para que el agua corra limpia y clara y aunque crezca no se desborde; tienen sus puentes por lo que se entra a la ciudad...

Pizarro llegó con su gente hasta la gran plaza cuadrada y, después de escudriñar sus edificios, mandó a algunos peones para que los visitasen. Como no encontraron nada que los llevase a desconfiar el gobernador tomó para sí el palacio de Casana, morada que fue del inca Huayna Cápac. Almagro se apropió de otro palacio que daba a la plaza ubicado junto al de su compañero. Gonzalo Pizarro hizo lo propio con el de Cora-Cora, mansión edificada por el inca Túpac Yupanqui.236​Según explica el historiador José Antonio del Busto; parece que a continuación los soldados pidieron permiso para saquear la ciudad y el gobernador les concedió la gracia; por lo que los españoles entraron en los edificios de piedra, algunos de los cuales habían sido incendiados por los atahualpistas pero la mayoría se encontraba en buen estado. Dentro no hallaron tanto oro como quisieron encontrar pero recogieron, en cambio, muchísima cantidad de plata y piedras preciosas, chaquira reluciente, topos artísticos, cántaros metálicos y plumería multicolor. Después visitaron los depósitos de ropa fina siguiendo por los depósitos de comida, de calzado, de sogas de todos los tamaños, de armas ofensivas y defensivas, de barretas de cobre, los depósitos de coca y de ají; encontraron, también, los depósitos de cuerpos desollados usados para fabricar tambores de guerra.236

El saqueo de Coricancha (Templo del Sol del Cuzco), por parte de los conquistadores españoles. Cuadro del pintor peruano Teófilo Castillo.

Los españoles prosiguieron el saqueo hacia los barrios sacerdotales. Primero enrumbaron al Acllahuasi o Casa de las Vírgenes, con la intención de violar a las vírgenes del Sol, pero los atahualpistas se las habían llevado para librarlas de ser profanadas junto con el oro y la plata del recinto. Enfadados y llenos de indignación, prosiguieron al Coricancha esperando hallar allí "más oro que en todo el Cuzco junto". Se cuenta que los soldados iban corriendo por las calles de muros pétreos rumbo al Templo del Sol cuando salió de aquel el Víllac Umu o sumo sacerdote "lleno de santa ira" quien, tratando de cerrarles el paso, les advirtió que para entrar al recinto sagrado se debía ayunar un año, además de estar descalzo y con un carga sobre los hombros. Los españoles se detuvieron un instante y alguien tradujo sus palabras. Al entender estas ideas, lanzaron una carcajada y se precipitaron al interior del templo.237

El oro y plata recolectados fueron fundidos, obteniéndose 580.200 pesos de «buen oro». El quinto real representó 116.460 pesos de oro; además la plata representó 25.000 marcos: 170.000 «eran de plata buena en vajilla y planchas limpias y buena, y el resto no porque estaba en planchas y piezas mezcladas con otros metales conforme se sacaba de la mina.»

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